NACIONAL
9-octubre-82/Diario 16
En los descansos de su campaña, el duque se confiesa a Diario 16
A Suárez le da envidia el autobús de Felipe
cON un partido político que todavía no ha hecho el rodaje, sin infraestructura, sin dinero («mehe gastado
todo lo que había ganado en estos dos años»), el duque de Suárez protagoniza una campaña electoral
difícil, personal y singular. Con muchos vientos en contra, a veces siente envidia por Felipe González, sus
medios..., su autobús. Y mientras salta de avión en avión, en clase turista de líneas regulares, se confiesa:
«Si fracaso y me quedo solo, me voy a Cebreros y vuelvo a empezar...»
Texto: Carlos SANTOS Fotos: Antonio SUÁREZ
Madrid — A Suárez le hubiera gustado hacer la cempaña en un autobús como el de Felipe González, con
una infraestructura sólida, un entorno cómodo y una ruta coherente. Lo comenta a veces, mientras salta de
un avión a otro, mientras espera en la sala de autoridades de un aeropuerto, mientras corre de pueblo en
pueblo en coches prestados: «Es un buen invento, este de1 autobús, una buena ¡dea...»
Al duque también le produce admiración —si no envidia— ¡a foto electoral de Felipe González, con su
ojo entornado, su fondo de nubes y su recién lavada cabellera. Mientras España se llena de la mirada
esperanzada de Felipe, los del CDS siguen en su tira y afloja con las imprentas. «Nos han dicho que si no
hay dinero por delante no hay carteles. Que los tendrán listos en cuarenta y ocho horas en cuanto les pa-
guemos.»
Ante la tozudez de los impresores (que en los buenos tiempos corrían despendolados tras los dineros del
poder) los publicistas del CDS se centran más en la campaña sonora: «Estamos apretando en radio y yo
creo, la verdad, que nuestras cuñas son las mejores.»
Ahí están, además, los pósters en blanco y negro editados por las organizaciones provinciales del CDS.
La fotografía —que salpica, con variantes, todas las ciudades— está cargada de tintes tercermundistas: El
candidato de turno sonríe complacido junto a un Suárez complaciente, con la cara sombreada por la barba
y una chaqueta de cuadros que, probablemente, no se volverá a poner en su vida. Los más próximos se
apresuraron a comunicarle que le sienta mal, lo hace empequeñecer y desdibuja la imaaen —
presidente a que está acostumbrado el personal.
Disfrutando
Con los vientos en contra (con poco dinero, con un partido sin rodaje y con obstáculos adicionales, como
el veto puesto por ciertas empresas de publicidad), el duque se propone tirar adelante, se muestra
extraordinariamente optimista y se confiesa plenamente satisfecho:
«Estoy disfrutando. Por una razón: porque estoy haciendo lo que realmente quiero. Porque ésta es mi
guerra, la que he escogido. Sin la servidumbres del poder y sin las responsabilidades de Estado. Estoy
construyendo algo, haciendo camino...»
Está, incluso, preparando psicológicamente eso, al menos, da a entender— para una derrota electoral. Le
planteo esta posibilidad (Suárez y Senillosa, solos, en el grupo mixto del Congreso de los Diputados) y
contesta fulminante:
«Me da exactamente igual. No me importa. Yo sigo. En el grupo mixto o fuera del Par/amento. Esto no ha
hecho nada más que empezar. Si no salgo elegido ahora diputado, lo vuelvo a intentar dentro de cuatro
años y si no, dentro de ocho... Y cuando sea un viejo y ande con una cachaba continuaré con la misma
voluntad de ahora. De pueblo en pueblo iré pregonando la necesidad de un centro progresista, la
supremacía del poder civil. ..»
También sabe que los que lo acompañan en la aventura no tienen el mismo aguante que él y que
muchos abandonarían el barco tras un fracaso: «Lo sé, lo sentiría, pero no me haría cambiar de trayecto-
ria. Yo pienso seguir, aunque sea solo. Y vuelvo a empezar. Me voy a Avila, a Cebreros... Con el spray. Y
dentro de muchos años, con el spray y la cachaba...»
Solo
Suárez ya se siente, de hecho, más solo que hace algún tiempo. Basta con echar una ojeada a los archivos
fotográficos, en los que Pérez-Llorca, Fernando Abril, Rafael Arias, Pío Cabanillas y tantos otros lo
acompañan y sonríen constantemente...
«Lo que son las cosas. Los que se han venido conmigo son precisamente los que no me debían nada... Los
otros, ya verán, llamarán a mi puerta al día siguiente de las elecciones, si saco un resultado aceptable.
Pero lo tengo muy claro: A esos no los quiero. Ya he dicho que lo primero que haré al llegar al
Parlamento es proponer una ley para que nadie pueda cambiar de formación política. Si no les gusta
UCD... que se vayan al mixto.»
Esa relativa soledad de ahora se traduce, por ejemplo, en su mayor proximidad a los informadores que
cubren la campaña. Es un viejo síndrome político, que ya han sufrido otros líderes. Sandras, por ejemplo,
sabe mucho de eso, de la época en que muchos diputados le hacían el vacío, obligándole literalmente a
«arrimarse» a la prensa... En el caso de Suárez no se trata solamente de esto: ocurre que el duque, además,
se encuentra humanamente en su mejor momento, según salta a la vista, según comentan quienes mejor lo
conocen y según reconoce con estas palabras él mismo... Y en los ratos libres, en los escasos momentos
de descanso, se confiesa. Y habla de sus ex amigos («es lo que más me duele»), de los obstáculos que le
pone el Gobierno actual, «no lo entiendo. Ni siquiera me han dado información sobr el intento de golpe»,
y de las dificultades: «Me he gastado en el partido todo mi dinero, lo que había ganado en los dos últimos
años...»
La sombra del golpe, la amenaza cotidiana, es una de las constantes en sus conversaciones privadas, tanto
como en las públicas:
«Con el Ejército no se debe pactar. El Ejército es simplemente una institución a las órdenes del poder
ejecutivo...», repite una y otra vez.
Ministro
Y entre comentario y comentario surgen confesiones sorprendentes: Un día, por ejemplo, el ex presidente
Adolfo Suárez quiso ser ministro: «Me hubiera gustado ser ministro de Defensa después del 23-F. Creo
que era necesaria una actuación precisa, contundente y rápida en aquellos momentos. El tiempo lo ha
demostrado. De hecho, las únicas detenciones son las que hizo mi Gobierno, el día 24. Posteriormente a
esa fecha no hubo detenidos...» Cuentan que, de hecho, llegó a ofrecerse para ocupar la cartera de
Defensa.
Sin autobús y —de momento— sin cachaba, el duque sigue haciendo su campaña. En la clase turista de
aviones de Iberia. Con su secretaria particular, Gador. Consciente de sus dificultades («A mí me han
llegado a odiar mucho»). Sin miedo a un atentado, pero esperando que cualquier día un exaltado fascista
le cree complicaciones. Con su secretaria particular, su cartera ducal y su inagotable caja de cohibas
(«voy a tener/os que regalar todos para asegurarme algún voto») protagoniza, quizá, la campaña más
singular de los líderes políticos españoles.