El discurso de investidura (1)
El crédito moral
El candidato a la presidencia por el partido vencedor en las pasadas elecciones, don Felipe González,
pronunció ayer en las Cortes el discurso seguramente inevitable de toda investidura con la necesaria dosis
de pragmatismo cauto, con el ímpetu esperanzado de quien llega al poder con un proyecto resuelto de
cambio y regeneración de la vida nacional y, naturalmente, con un número limitado pero preciso de
compromisos ante sus electores y ante el conjunto de los ciudadanos.
Quizá el compromiso más grave del PSOE en el Gobierno es el de hacer frente a sus promesas en el plano
económico. Aunque en los próximos días analizaremos con detalle los diversos capítulos de la propuesta
gubernamental del señor González, nos complace comprobar la valentía con que el líder socialista ha
dado números y fechas a un año vista: un crecimiento del 2,5 deí producto interior bruto, y, lo que es más
importante, un descenso del 3 por 100 en el índice de inflación que viene arrastrando España.
Naturalmente, esta apuesta contra reloj es la que se espera de un Gobierno responsable, la que ha de
criticar ponderadamente la oposición y la que, de cumplirse, certificaría el éxito del nuevo Gobierno.
Algunos aspectos de su programa electoral, particularmente de política exterior, han merecido un tra-
tamiento piadosamente elusivo, que, en rigor, tranquilizará a los que temen, con razón, virajes bruscos en
la política del Estado.
Entre esas primeras reformulaciones sobresalen el lapso de negociación que se considera necesario para
nuestra entrada completa en la CEE —en torno a los cuatro años—, el necesario relanzamiento de
negociaciones para recuperar la soberanía de Gibraltar y el elocuente silencio en cuanto a plazos para el
«replanteamiento» del tema OTAN, aspectos todos que deben favorecer los primeros meses de andadura
internacional del nuevo Gobierno.
Sin embargo, entre lo poco concreto y lo mucho inconcreto del discurso, sobresale un elemento ex-
traordinariamente valioso y cuya virtualidad política habrá de corporeizarse en el futuro: la capacidad de
generar ilusión, confianza y ganas de trabajar en el conjunto de la nación.
Cuando Felipe González ha declarado que los únicos derrotados en las elecciones del 28-0 eran los
pistoleros golpistas, estaba haciendo honor al compromiso nacional de progreso, paz y unidad que ha
predicado su partido para el conjunto de la sociedad!
La credibilidad moral de este hombre, la confianza generada por su partido y el ambiente reconfortante
que vive España desde hace un mes, autoriza a conferir al mensaje de Felipe González más autoridad de
la que merecería un programa de buenas intenciones.
Cuando el líder socialista se ha planteado cómo estarían asimilando su mensaje los millones de españoles
de a pie que han votado el cambio, estaba haciendo algo más que un recurso retórico.
Como creemos en la necesidad y en la capacidad de renovación de nuestra Patria, hemos de empezar
acordando un crédito al compromiso de Felipe González con un futuro que no es de un partido, sino de
toda España.