La hora de la responsabilidad
Durante los últimos días hemos asistido a un esfuerzo de desbroce de los pronósticos electorales. Se
barajan cifras de diversos sondeos, al parecer realizados con meticulosidad y amplitud. Y nadie parece
poner en duda que las prefiguraciones del espectro político de las futuras Cortes, tal y como es propuesto
por tales sondeos, vayan descaminadas. ¿Qué incógnitas, qué dificultades mayores ofrecen estos, hipoté-
ticos resultados?
Tres son, por su evidente trascendencia, las antinomias más ostensibles que aparecen en los datos
extraídos. Una de ellas se refiere al Partido Socialista Obrero Español. Efectivamente, esta organización
política que se presume de primera magnitud, se caracteriza por una duplicidad originada en su sistema de
organización democrático y abierto: se trata más un partido de cliente-la que de militancia. Y, por todos
los síntomas, la clientela del PSOE, nutrida ampliamente del fenómeno de la proletarización de las capas
medias de la sociedad española, es más moderada que el partido con el que se identifican, cuyos cuadros
de militancia, sobre todo los de confluencia sindical con la Unión General de Trabajadores, están
altamente radicalizados. Dado que el PSOE se presenta como un partido de gobierno a plazo medio, e
incluso a plazo corto, sus organismos decisorios se encuentran ante una eventual y muy grave disyuntiva:
o siguen la línea ideológica implícita en el mandato de su clientela electoral o, por el contrario,
materializan la derivada de la mayor radiealidád de sus cuadros militantes.
El otro punto de conflicto latente se refiere a la peculiar situación en que los sondeos sitúan al Partido
Comunista de España. En efecto, éste se encuentra embarcado en una estrategia general de "compromiso
histórico", de matiz incluso más abierto que la propia línea del partido italiano de Enrice Berlinguer. La
base electoral que haga posible una estrategia como ésta no hay duda que debe abarcar grandes sectores
de esas capas medias que, como dijimos, están identificadas con las propuestas electorales del PSOE,
mientras el PCE parece, por los porcentajes establecidos en los sondeos, constreñirse a su base tradicional
obrera y campesi-na pobre. Pero, si esto es así y los sondeos se coafirman, la base electoral del PCE
contradeciría la propia esencia de su "compromiso histórico", de tal manera que, limitado a la izquierda
por organizaciones marxisías radicales, y a la derecha por ía base electoral del PSOE, el coítranismo
tendría escaso campo para la ampliación de su clientela.
Finalmente, un tercer punto conflictual que escapa de las cifras de los sondeos: el carácter frágil de un
centro artificial, sostenido por la figura de Suárez, que, ante el menor bandazo político, puede
desintegrarse como un castillo de naipes. Los dramáticos porcentajes que, en los sondeos, alcanzan la
Democracia Cristiana y la Socialdemocracia, permiten albergar serias dudas sobre la posibilidad de
establecer un Centro ideológicamente membrado.