DIETARIO PERSONAL
Por Rafael GARCÍA SERRANO
LUNES, 13 DE JUNIO
IMPACIENCIA.Los más viejos de la localidad se dedican a explicar a las más jóvenes sus batallitas, sus
experiencias y sus músicas. Un señor que votó en 1936 —y no digamos si además lo hizo en 1933 y en
1931 (municipales y constituyentes, con doblete y casi sin sacar la mano de la urna, sin recuperación entre
ambos actos)— tiene más audiencia que el mismísima San Pabló si ahora tornara a la tierra. Aquellas
elecciones solamente se parecían a estafen su condición de inorgánicas y en que tampoco arreglaban
nada. Hay que desconfiar de las palabras que comienzan con el prefijo negativo porque, salvo
excepciones, no son estimulantes: indiscreto, indecente, inactivo, innoble, impotente. Si orgánico equivale
a cuerpo que está con disposición o aptitud para vivir y también a lo que tiene armonía y consonancia, lo
inorgánico será todo lo contrario, digo yo, lo que tiene pocas posibilidades de perdurar, escasa disposición
para vivir, lo disonante, lo inarmónico. Nuestra Madre Academia precisa: dícese de cualquier cuerpo sin
órganos para la vida, como son todos los minerales-(de ahí que el sistema inorgánico suela acabar a
cantazo limpió y llevándose el oró a la URSS o a Méjico lindo y querido) y también se dice de lo mal
concertado por faltar al conjunto la conveniente ordenación de las partes. Pero como la política es un arte
mágico más que lógico, cualquiera piensa según le parece a él (muy pocos casos) y los más de los
políticos, que son los que hacen creer a sus fanáticos, según piensen Willy Brandt, Aldo Moro, Soares,
Olaf Palmer, Thorn, este empresario, el de más allá, siempre que sean "europeos" y daquen platita. En
España sigue siendo funesta la manía dé pensar. Se reciben pensamiento y dinero desde fuera y a vivir. La
única ventaja del actual sistema político es que los lí-deres españoles de la democracia y el marxismo
hacen la jarrita ante Europa y la chulean a modo porque la vieja señora necesita sus "gigolos" y la vieja
puta necesita de los rufianes que la protejan. Edificante. Yo no voté en 1936. Tenía diecinueve años. Pero
sí que tomé el fúsil en 1936, y ya desde entonces me pareció injusto que los jóvenes de dieciocho años no
tuvieran voto, si bien me parecía que lo bonito sería tenerlo y no usarlo, o usarlo dentro de la armonía y
en un cuerpo político con la suficiente fuerza propia para abundar en disposición vital y perdurable.
Las primeras elecciones a que asistí con plena conciencia fueron las del 12 de abril de 1931, que me
resultaron un ejercicio emocionante porque me fue dado contemplar la actuación de ¡a Guardia Civil a
caballo y también la pistola que un candidato empuñó para defenderse de sus cívicos oponentes: fue en el
tramo final de la Estafeta, la misma calle consagrada umversalmente por el encierro, que es otro deporte
admirable. Y también se corrió. Noto a mucha gente con impaciencia por estrenar voto en unas elecciones
para el Congreso y el Senado. No puedo recomendarles más que sosiego. Total el miércoles está a la
vuelta. Lo que venga después ya es otra historia. Y esa sí que me la conozco.