«Todavía no se han comido los adoquines»
Palabras del anterior alcalde de Palma del Río, donde más se explota a las madres solteras
(Gregorio Roldan)
Ya es hora de hablar claro sobre la explotación que sufren las madres solteras que trabajan en el campo
andaluz. Las mismas que exigieron ha-ce unos días, con la hoz en la mano, un puesto de trabajo y, a
cambio, dinero. Ocurrió en Palma del Río, Córdoba, donde viven las madres solteras eternas de este país.
Aquellas sobre las que nunca se dijo nada. Restos de guerra. Belén Tubio Méndez es una de ellas. Tiene
sesenta y siete años, tres hijos, está enferma "de toos los dolores" y jura que no se casó porque a su novio
—"que me hizo tres barrigas como tres soles"— le metieron en la cárcel, por rojo, cuando terminó la
guerra." Jamás volvió a saber de él.
Ayer, después de mucho tiempo, consiguió trabajo de nuevo. Pero sólo por unos días. A los sesenta y
siete años, Belén Tubio puede, difícilmente, mover la brocha con la que enjalbega las tapias del jardín del
pueblo.
"Tengo que trabajar para poder comer algo —dice—, pero ya nadie me quiere, ni en el campo ni en
ningún otro sitio. Soy vieja."
"No recibo dinero de ninguna parte y mis hijos, ¿cómo me van a ayudar si están casados y cargados de
hijos?
"No sabemos lo que vamos a cobrar y cuánto tiempo va a durar esto", dice otra campesina, María
Rodríguez Madrigal.
En el mes pasado María sólo trabajó una jornada. El patrón le dio entonces quinientas pesetas, con las que
tuvo que pasar todo el mes. Uno se pregunta cómo coño lo consiguió... Ella, simplemente se encoge de
hombros.
"Desde aquí me iré a Valladolid a la remolacha; luego, a la aceituna en Jaén, y después al algodón en
Sevilla. Siempre me llevo a los hijos, que son pequeños. Durante el día les dejo en casa y me marcho a
trabajar, y por la noche les doy la cena."
María Rodríguez aparenta más de cincuenta años, pero sólo tiene treinta y cuatro. El esfuerzo y el
sojuzgamiento se pagan. Con arrugas secas en este caso.
Carmen Guerra, Josefa Martínez... y otros nombres que harían interminable este texto no son sino la
repetición de la misma historia.
He preguntado a los hombres de Palma del Río si es verdad que marginan a las mujeres cuando, éstas
buscan trabajo en el campo. Ellos se han ido por las ramas. Alguien ha dicho: "Las mujeres de este pueblo
lo que tienen es un par de narices. Yo he visto cómo una de ellas arrebató la metralleta a un policía,
durante un enfrentamiento aquí en el pueblo"
Entre tanto, casi 170 jornaleros de Palma del Río empezaron ayer "el trabajo comunitario", que mitiga
relativamente el paro. Casi 20 de ellos asfaltan una calle. El resto se pasea con escobas y carretillas por el
pueblo. "No damos golpe —dicen—. Nos han mandado limpiar el parque y ya está hecho porque era poca
cosa."
"Ya nos dijo el alcalde hace unos días —continúan— que nosotros, mientras cobrásemos, no nos
preocupásemos de nada más."
Piensan los trabajadores que es inútil el modo en que se ha invertido el escaso dinero que les correspondió
en la subvención.
"Creemos que es una medida más política que económica. Un intento de prestigiarse por parte del
Gobierno."
Las paridas del alcalde
Lo dijo Pedro del Río, el anterior alcalde: "¿Quién habla de que los jornaleros pasan hambre? Todavía no
se han comido los adoquines..."
Poco después, gente del pueblo tuvo que recoger dinero para que uno de los once hijos de Luis "El
Gitano" no muriese de pura desnutrición.
Algo por el estilo ocurrió con uno de los trabajadores del cortijo "La Isla", quien se sumó a una huelga de
protesta al haber sido despedidos sus compañeros y tuvo que ser ayudado a través de una colecta popular
para que su mujer pudiese dar a luz en las mínimas condiciones exigibles.
Ahora, los campesinos, como contrapartida, van a exigir su participación en el control del dinero con el
que se les ha subvencionado y los criterios bajo los qué se ha repartido. Prevén al mismo tiempo los
conflictos que se avecinan, en casó de que no se dicten pronto medidas eficaces.No menos de diez
pueblos de las provincias de Cádiz, Córdoba y Sevilla, que han desistido por ahora de concentrarse en la
carretera, esperan el momento, dicen, "de empezar a trabajar o de exigir nuestros derechos a cualquier
precio".