«Nos vamos a tener que comer las cabras»
Setecientos parados en Jodar, un pueblo de Jaén que ha visto las depuraciones políticas y las depuraciones
de la emigración
Gregorio Rellán
(Enviados especiales/D16).— En Jodar (municipio de Jaen), la tierra fértil está controlada por cuatro
caciques. Lo otro, el poco terreno árido y marginal, donde crecen a duras penas las alcaparras, se lo
reparten como pueden entre las familias campesinas restantes. Las subvenciones, cuando llegan, son
escasas y de coyuntura, para tapar agujeros y arrinconar la miseria. Así, "las visitas bien", los turistillas de
la sonrisa beatífica, dirán que se trata de un pueblo "típico, de gente hospitalaria, alegre y feliz". Pero los
braceros de Jodar ya están hartos de tópicos y han empezado a rebelarse. El pasado 30 de abril se echaron
a la calle y a punto estuvieron de pegarse con la, Guardia Civil. Después, hace algunos días, se fueron al
gobernador para exigirle "soluciones rápidas a la situación catastrófica creada en nuestro pueblo por el
paró existente que hace que en algunos hogares se esté pasando hambre".
Setecientos campesinos parados
El paro afecta en estos momentos a setecientos hombres y gran parte de la juventud femenina. Las pocas
mujeres jóvenes que han conseguid o trabajo, cobran doscientas pe-setas por día. Sin seguro ni protección
alguna.
Se especula con la posibilidad de que el paro sea total dentro de dos semanas, "ya que éste es el plazo que
calculamos va a durar la recogida de la alcaparra, pues esta campaña ha sido bastante pobre".
"Este, año —señalan— el paro se ha visto aumentado porque en varias haciendas del olivar no se han
hecho las labores correspondientes, principalmente la cava." La situación llegó a agravarse más, cuando
fueran despedidos los obreros que trabajan en fincas particulares. "Es triste reconocer —afirma Juan
García, campesino— que muchas personas hayan tenido que depender de la recogida de
la alcaparra, como único medio de vida,"
"Por todo ello —sigue— y para evitar que la situación llegué a límites de desesperación, pedimos que se
ponga en marcha urgentemente un plan para combatir el paro."
El dinero de los emigrantes
Los propios trabajadores se preocuparon de confeccionar una serie de alternativas . laborales que enviaron
por escrito al gobernador civil. En tal relación, además de sugerir el inicio de las obras de saneamiento y
urbanización del pueblo, se incluía la instalación de alguna industria. "Pedirnos —decía el escrito— la
creación de una papelera; puesto que aquí existe suficiente materia prima, como el esparto y albardín, y
hay suficiente agua, productos químicos y buena red de comunicaciones."
Solicitan, asimismo, que se tengan en cuenta los yacimientos de sales existentes en la zona, de gran
riqueza e importancia, y que el esfuerzo inversor de las entidades locales de ahorro se centre más en la
creación de puestos de trabajo. "Que el dinero de nuestros emigrantes —concluyen— y el sacrificio de
éstos, recaiga en beneficio, de su pueblo y no en otras zonas industrializadas que, además de producir
desequilibrios regionales, generan conflictos sociales. "
Exilios
Este fue, en Jaén, uno de los pueblos más depurados al, terminar la guerra. Primero, los fusiles eliminaron
toda discrepancia. Luego, sus políticos echaron a casi medio pueblo fuera. A Madrid, Barcelona, Francia,
Alemania. Esta segunda purga fue más sutil y silenciosa, pero no menos cruel. Obedecía a unas leyes
económicas que los campesinos del pueblo juran no haber hecho, y que les ha dejado peor de lo que
estaban.
"Nos obligaron a emigrar —dice Eliodoro que lleva quince años en Francia—, pero no lo hicieron de una
forma decente. Nos mandaron como a borregos. Señores a quien no conocíamos de nada, que lo habían
dispuesto así."
Pero hay otra emigración breve y fantasmagórica. La que en el pueblo llaman "del cuervo". Protagonistas
de ella son, nuevamente, los expoliados del sistema. Temporeros que en época de recolección levantan
sus casas y se marchan por un mes o dos, depende de como venga la cosa a los latifundios de otras
provincias andaluzas.
Este, proceso inmigratorio no dura más allá de cuatro o cinco meses al año. Primero, la aceituna. Luego,
el tómate en Almería y Murcia, y, finalmente, la vendimia en Francia y ciudad Real.
"Nos vamos a tener que comer las cabras"
En el barrio La Chacha, todas las casas son iguales. Blancas y casi de papel. Allí confinaron hace unos
años a los que vivían en las cuevas. De pronto, les sacaron de sus agujeros y los metieron en otros. Se
pensaría entonces que estas otras cuevas del barrio La Chacha quedan como más rutilantes, y que se las
nota menos su condición de cuevas ubicadas, en los desniveles de las faldas de un monte pedregoso.
Parece como si alguien, se hubiera empeñado en instalar allí un museo viviente, uno más de la España
intemporal y miserable. Aquí hay escoria para dar y vender.
"Como le dice Curro al juez: ´Si son ustedes los que nos están obligando a que les robemos.´ Porque,
claro, si mi hijo me dice: ´Papá, tengo hambre´, y- otra vez: ´Papá, ¿qué hay pa cenar?´, y así un día y otro
día, al final se le inflan a uno los cojones y se lleva por delante a quien sea." Habla Luis Vilches Moreno,
cuarenta y dos años, parado, una pierna rota, ocho hijos y cinco cabras.
"El mismo día que me rompí la pierna —dice— iba yo a trabajar a los pinares. Ahora no me quieren
pagar nada porque dicen que no es accidente laboral, y como no tengo seguro..."
"Nos vamos a tener que comer las cabras —prosigue—, porque si no, nos vamos a morir de hambre. Pero
¿y cuando se terminen las cabras, qué? Sólo tengo cinco."
Dos meses de trabajo
"El trabajo está malísimo, de espanto. Peor por el clima. Si quieres la aceituna, te tienes que ir del pueblo.
Yo suelo trabajar dos meses al año."
Luis Vilches cojea y va apoyado sobre, un bastón que él mismo se hizo: "¿Que qué comemos?, pues mire:
¿para qué le vamos a decir que carne, si no es verdad...? Un caliente..., garbanzos... Uno o dos platos al
día,"
—¿Y quién cree usted que tiene la culpa de esto?
—¿Que quién? ¡Rediez!, y qué torpe es usted. Está claro.. Si otro tiene veinte millones y yo no tengo
nada, no creo que la culpa sea mía.
Primera manifestación
La del 30 de abril fue la primera manifestación después de cuarenta y tantos años. Juan García López lo
cuenta así: "La cosa empezó porque en los trabajos que podían hacer los hombres y las mujeres. sólo las
cogian a ellas. Esto es lógico aquí, porque se las explota mejor y son más manipuladas. Entonces, los
hombres que se tenían que quedar a hacer las faenas propias de la casa, empezaron a mosquearse.
Después ocurrió lo de los pinares. Había, bastante trabajo para muchos, pero sólo dieron a unos cuantos.
Alguien dijo: ´O trabajamos todos, o ninguno.´ La manifestación fue espontánea y general. Vinieron
cantidad de civiles, que nos apuntaron con las metralletas,y sólo faltó el canto de un duro para liarnos a
golpes con ellos. Y es que Jodar —dice—, come otros muchos pueblos de Andalucía, ha sido la cantera
fácil de mano de obra."