Recorrido bajo la lluvia
La votación en varios sectores de la ciudad
Escogiendo el a¿ar, empiezo mi reconoció en el colegio instalado en la plaza je España, en el
distrito Vil. Poco antes je ´las nueve de la mañana está ya todo i punto para recibir a los
votantes. A as nueve en punto, al abrir las puertas, /arias personas que ya estaban esperando
desde momentos antes, empiezan j desfilar con toda normalidad, cada uno ;on su documento
en regla, y, como es-.aba previsto, con su nombre en la lis-:a. Algunas personas habían creído
que a llora de apertura era a las ocho de la mañana, pero, afortunadamente, han sido pocas.
El primer ciudadano en votar en este colegio ha sido un caballero invidente al que acompañaba
un familiar y que esperaba sentado dentro del colegio. A lo largo de la primera hora de
votaciones lian ido apareciendo diversos apoderados de los distintos partidos « fin de
informarse del curso de las primeras horas de la jornada. A las diez de la mañana, en este
colegio ha votado aproximadamente un cinco por ciento de los censados.
En el otro extremo de la ciudad
Para cambiar lo mas posible de decorado, me dirijo al barrio del Congreso, en el distrito
noveno. En uno de los colegios, una reducida aula pava pequeños, las dos mesas se ven poco
visitadas, aunque a las once de la mañana había acudido ya el once por ciento del electorado.
Un muchacho, alumno del colegio, ha entrado a devolver la pelota y a recoger su chaqueta.
Mientras, dos señoras se encuentran, intercambias saludos y buenos deseos, y no se olvidan
de votar porque para eso han venido. Un hombre de cierta edad, al saludar al presidente de la
mesa, ¡e advierte enorgullecido que ya es la segunda vez en su vida que acude a votar el
Estatuto. El presidente de la mesa contigua se pone de pie cada ve? que entra un votante, en
señal de respeto, con un ceremonial propio de otras épocas, y saluda circunspecto. Una señora
que confiesa tener noventa y dos años les expresa a los presentes su ferviente deseo de que el
resultado de la consulta sea afirmativo, por el bien de Cataluña, la señora, ya en la calle, vuelve
a entrar y exige, preocupada, el justificante de haber acudido a votar. Imposible mayor rigor.
Ei tema anecdótico de! día
Cuando la afluencia de votantes es más descansada, a ratos perdidos, los miembro1» de las
mesas se entretienen charlando. El tama más frecuente es el comentario en torno de los
nuevos uniformes de ´a Policía Nacional. Muchas personas no habían reparado todavía en el
cambio y hoy han podido verlos con detenimiento. Los policías montan guardia y,
afortunadamente para todos, se aburren soberanamente en todos los rincones de la ciudad.
A las once y media, en otro colegio del .mismo distrito, en la Sagrera, la afluencia de votantes
ha sido ya del quince por ciento. A partir de las once y cuarto, sin embargo, empieza a lloviznar
amenazadoramente y todo haca temer una momentánea interrupción de la llegada de votantes.
Pero no es así: me traslado al distrito V y en el colegio visitado sigo observando constantes
entradas y salidas. Pronto han brotado los paraguas y los chubasqueros, gentes de toda edad y
condición acgden a votar y se escuchan comentarios de fastidio, acompañados en la mayoría
de los casos de la buena cara prescrita para estas ocasiones. Poco después de mediodía es ha
contabilizado la asistencia de un veinte por ciento de los censados, cifra ante la que parecen
animarse los miembros de las mesas.
La tarde, los niños y ei Estatuí hasta el final
A media tarde, en pleno distrito III, uno no sabe sí el final de la caía de un cine coincide con la
cola de los votantes. A loa niños, cuando llueve y los mayores van a votar, hay que meterlos en
alguna parte, y así ha sido siempre. El colegio está en un primer piso y la escalera es estrecha.
El apoderado de Convergencia, amigo mió, me cuenta el desarrollo de la jornada y está
contento porque rozan ya el cincuenta por ciento, aunqus se lamenta de una cierto sensación
de absentismo en ciertos sectores. No importa: la gente sigue entrando y ya sólo llovizna
levemente. Una señora, mientras hablamos, pregunta, entre bromas y veras, si no hay sobres
en catalán. Son las seis y medía de la tarde.
En el mismo distrito tercero, en otro colegio, la afluencia ha sido del cincuenta y tres por ciento,
pero a las siete de la tarde entra poca gente y «1 personal de las mesas tiene ya sanas de
terminar. La última ´hora siempre es la más larga.
El punto fina1! de mi recorrido será el mismo punto de origen: el colegio de la Plaza de España.
Diez minutos antes de las ocho de le tarde todavía llega algún rezagado, al que los conocidos
le gasten bromas. El ambiente es de una gran tranquilidad y los policías se siguen aburriendo.
Uno de ellos me explica una anécdota curiosa que a él ¡e ha llenado de estupor: una señora,
que lucía una pegatina pro Estatuto en el bolso, ha ido en busca de papeletas y el policía ha
podido advertir que cogía una papeleta en blanco. El secreto del voto es un misterio Heno de
señales. Reimos. El recuento final es de una asistencia del cincuenta y cinco por ciento en este
colegio. A Jas ocho en punto se cierran las puertas y se abren las urnas. Paralelamente
empieza a llover con fuerza. Todo s« viste de urgencia. E! presidente de la rnesa, después deí
recuento, cogerá eu camión i s© lanzará a la carretera. La vida sigue.
Ernesto CASTEUTORT.