LA VANGUARDIA
REFERÉNDUM
CATALUÑA
VIERNES, 26 DE OCTUBRE DE 1979
Puerta abierta al futuro
PNA vez más a lo largo de su historia, tan llena de exaltaciones como de adversidades, Cataluña ha
abierto los portones de su futuro. Ha florecido de nuevo, en un emocionante milagro, un pueblo antiguo,
noble y castigado que no pocos habían trasladado ya a los desvanes de la historia. Y lo ha hecho con
tenacidad, con energía, con ilusión, con fe y con serenidad. Sereno ha sido, así, el latido de la jornada de
ayer y pacífico su signo. Tales son las condiciones del recto uso de la libertad.
En menos de tres años hemos intervenido nada menos que en seis consultas electorales, proceso
indispensable para realizar la transición, en la que conviene recordar que todavía nos encontramos porque
sólo habrá concluido cuando el hábito democrático sea una segunda naturaleza. Ese logro tiene para
nosotros, los catalanes, un doble sentido: el del ejercicio de la convivencia inteligente no sólo con los
compatriotas de allende el Ebro sino con nuestros mismos hermanos de vida y trabajo aquí. Por lo pronto,
pues, el hecho del Estatuto, de tan enorme importancia política/impone una grave reflexión acerca deí
compromiso a que nos obliga con la comunidad en que nace. Subsisten recelos e incomprensiones que es
esencial despejar para siempre. Solidaridad es el lema. Rovira y Virgili convocaba, en 1932, a las nuevas
generaciones, las que habían recobrado la libertad nueva, a ensanchar esa primera conquista. Tras la
dramática sacudida del pasado, ese ensanchamiento sólo es posible mediante una propuesta de entrañable
vida en común. A nuestro juicio, es el gran objetivo de fondo de la empresa catalana actual.
En el último discurso de la campaña para el referéndum, Tarradellas dijo que sin violencia, sin odio, con
comprensión y espíritu de concordia se había ganado la batalla para Cataluña. Es cierto. Jordi Pujo!;
formuló por su parte lo que podríamos denominar «uña crida»: «hem d´anar per feina!». Efectivamente,
esa es la exigencia. Cuando, entre las diversas frases propagandísticas, se aseguraba que el «sí» nos
traería la libertad y el bienestar se caía en una grosera exageración que es necesario enmendar porque los
desencantos —y estamos viviendo algunos— los crean las ilusiones desmedidas. Manuel Ortínez ha
definido el Estatuto como un documento jurídico cuya importancia dependerá del uso que seamos capaces
de hacer de él. Y tal uso se engrana en un largo proceso que hoy comienza y que consta de diversos
períodos, algunos de los cuales —los desarrollos de facultades, por ejemplo— pueden durar años.
Las funciones de autogobierno que han quedado imprecisas en el texto estatutario habrán de ganarse
palmo a palmo. Simultáneamente, tendremos que ir demostrando que el poder autonómico es más eficaz
que el del Estado y se tratará de una obra que no admite improvisaciones. Hay que contar, pues, con un
tiempo de preparación, de adiestramiento, de formación funcionaría!, de ejercicio, en suma, de un
mecanismo complicado que le ha sido negado a Cataluña sistemáticamente. No hay que perder e¡ sentido
de la realidad y éste nos dice que los problemas son muchos, los viejos y los que comporta el renovado
compromiso.
No queremos ahora proponer la meditación sobre las prefiguraciones que cabe imaginar del venidero
Parlament de Catalunya. Tiempo habrá. Tan sólo nos parece oportuno apelar de nuevo —lo venimos
haciendo desde esta columna con insistencia obsesiva— al sentido de la responsabilidad de los
ciudadanos y, sobre todo, de los políticos. Cataluña siente ahora las inmensas emociones del reencuentro
consigo misma, con todo lo que aprendimos a amar en el regazo de nuestra madre. Son momentos
estelares que los pueblos viven con plenitud pocas veces. Los que, nacidos o no en ella, amamos esta
tierra con inmenso amor indecible sentimos que las lágrimas se nos suben desde el corazón. Y eso es
demasiado grande y demasiado importante para que nadie lo malverse o lo defraude. Un político piensa
en las próximas elecciones; un estadista, en ia^próxima generación. Que nadie se pierda en la capillita del
partido, en las ambiciones menudas, en los fáciles latiguillos verbales, en la política de campanario y en
algunas otras políticas que pueden llevar el hacha del abordaje envuelta en terciopelo. No se resuelve en
un abrir y cerrar de ojos una supresión de la vida pública de cuarenta años. Está casi todo por hacer,
incluyendo a la mayor parte de los políticos, ya ellos les pedimos, en esta hora iluminada del Estatuto
alcanzado, que trabajen por Cataluña con esfuerzo, con sensatez bien concertada, con sacrificio y con
fidelidad a las libertades sin las que la Cataluña verdadera no podría existir. Sería imperdonable que un
día tuviéramos que ver la ilusión colectiva de hoy marchitada por las torpezas, los´apasionamientos, las
precipitaciones y los dogmatismos.
En cuanto a la cuestión de los votos negativos y tas abstenciones, sobre los que tanto se ha especular, do,
debemos decir que jos «noes» sólo son expresiones cuyo valor político real se deduce de su número. Los
extremos se dan en todos los sitios y la grandaza de la democracia estriba en que los admite. Las
adhesiones incondicionales son cosa de otro tiempo y de otros países. Las abstenciones han sido
numerosas, tal como se presumía, pero ni la lluvia ha con» seguido que fuesen preocupantes.
En todo caso, no restan ni un ápice a la legitimidad del resuitado. Hay* sin embargo, que tenerlas
presentes para Construir una acción que excluya, por convencimiento, las actitudes indiferentes o
recelosas, en las que seguramente habrá intervenido una parte de los catalanes de ha*, bis castellana. Esa
abstención es la que debemos estudiar. La otra, la correspondiente a errores de censo,, enfermos,
transeúntes, ancianos, apolíticos, marginan les, ignorantes o fatigados, carece de peso político, La activa
es la que ha de preocupar desde ahora ya que, por lo visto, no ha preocupado antes, quizá porque obligaba
a un esfuerzo de imaginación ...
Otro referéndum estatutario vital para la consecución de la democracia española y la nueva organización
del Estado se ha celebrado en el País Vasco. Sus condicionamientos difieren sustancialmente del cata*
lán. Por fortuna. A! mismo dedicaremos nuestro co-> mentarlo editorial de mañana.