Un acontecimiento histórico
Rafael Escuredo Rodríguez (Diputado del PSOE por Sevilla Secretario cuarto del Congreso de
Diputados)
El 4 de diciembre el pueblo andaluz, sin distinción de clases, será el protagonista decisivo de lo que, sin
lugar a dudas, ha de calificarse como un acontecimiento histórico. Lo que se ha dado en llamar el Día
Nacional de Andalucía va a ser, por encima de otras cosas, un día de afirmación andalucista.
Pero ese dia, su significado no podrá entenderse suficientemente si no retrocedemos en la memoria
histórica de nuestro pueblo y enlazamos con el nacimiento de aquellas Juntas Liberalistas que recogiendo
el ideario de Blas Infante situaron al andalucismo, la liberación del pueblo andaluz, a la vanguardia de un
proceso que finalizaría dramáticamente como consecuencia de la guerra civil.
No se trata, aquí y ahora, de recuperar simplemente un recuerdo, sino, por el contrario, de constatar, una
vez más, que el hecho de situarse de espaldas a la historia conduce inevitablemente a la superación del
intento. Miles de personas se manifestarán pacíficamente. Miles de banderas blanquiverdes ondearán, en
los balcones y serán portadas en mano por un pueblo que, ese día, será arrastrado por un sentimiento
quizá confuso, al mismo tiempo que clarificador. Confuso en la medida en que cada uno puede interpretar
su conciencia regional bien desde un punto de vista de clase, .populista o interclasista; clarificador desde
el momento en que la propia naturaleza unitaria del acto trasciende el interés partidista y lo sitúa en la
órbita de una común convicción: QUE HAY QUE LEVANTAR A ANDALUCÍA.
El significado de la autonomía para Andalucía
Porque luchar por la autonomía en Andalucía tiene para nosotros un significado diferente que para otros,
pueblos de la geografía española. Para los andaluces no se trata de recuperar unas instituciones históricas,
ni de afirmar la cooficialidad lingüística. Para los andaluces ser autonomista significa instrumentalizar
eficazmente la lucha frontal contra el paro (más de 500.000 trabajadores), contra el analfabetismo y la
incultura (más de 300.000 niños mal escolarizados) y contra la emigración (más de 1.000.000 de
trabajadoras andaluces fuera de su tierra). Para los andaluces ser autonomista es asumir el convencimiento
de que un futuro estatuto de autonomía nos permitirá enfrentarnos eficazmente contra esa política de
desarrollo desigual que siempre primo el centralismo.
En ese camino, en esa lucha que ahora reemprendemos, es en el que han de inscribirse las actuales
negociaciones con el Gobierno sobre el régimen provisional preautónómico. Conquistar la preautonomía,
aun a pesar de las actuales limitaciones políticas y legales que la condicionan, es cimentar de forma
realista el. futuro ámbito de poder político que Andalucía reclama. Nosotros sabemos muy bien que
prcautonomía no es autonomía. Pero justamente porque lo sabemos no vamos a actuar mediante una
política de "fuga hacia adelante", situándonos en al, ternativás políticas hoy por hay irrealizables, que
desde un punto de vista estético nos permitirían "quedar bien", pero en perjuicio de los actuales intereses
objetivos del pueblo andaluz."
En lo que no vamos a transigir es en el posible establecimiento de privilegios preautonómicos para
algunas nacionalidades históricas, presumiblemente basados en su carácter "específico", cuando
justamente, si de privilegios se trata-ra Andalucía habría de ser la región más privilegiada, precisamente
por razón de su discriminación histórica.
La estrategia socialista
Preautonomía, ahora. Y estatuto de autonomía, mañana. Esa es la estrategia escalonada que los socialistas
hemos adoptado. Sin renunciamientos, pero sin saltos en el vacío. Una autonomía que pasa por el
desmantelamiento implacable de toda una literatura folklorista y colorista que hicieron las delicias del
centralismo. Una autonomía que permita sentar las bases de un desarrollo armónica; que restablezca el
equilibrio entre el campo y la ciudad; que nos permita rescatar los sustratos culturales que han
conformado históricamente el ser andaluz. Una autonomía que por definición ha de ser beligerante con la
secular injusticia de unas caducas estructuras de propiedad de la tierra.
Pero una autonomía solidaria. Una solidaridad que ha de expresarse en términos económicos. Sin
retóricas ni soflamas lerrouxistas. Los andaluces estamos cansados de palabras. Queremos, exigimos, que
esa gran palabra que es la solidaridad sea dotada de un contenido concreto, por virtud del caul las
regiones más desarrolladas contribuyan en mayor medida a compensar los desequilibrios regionales. Y
ello no en virtud. de un principio moral, sino por exigencia de una Justa restitución que nos es debida. ¿O
acaso pueden los catalanes o los vascos negar que su merecido desarrollo, en parta, no se ha producido
con la importante contribución de los trabajadores andaluces?
Una autonomía, en suma, hermanada con el resto de los pueblos de España. En ese camino de esperanza
que abre el día 4 de diciembre, y cuya significación última es el hecho indudable de que ser andaluz es un
orgullo.