NO AL DIVORCIO
Señor director:
Vengo leyendo en PUEBLO ciertos trabajos a favor del divorcio y no puedo por menos que replicar al
tema por la trascendencia que encierra.
Ante todo, me admiran los pueriles e inconsistentes argumentos que se proclaman —incluso por personas
que se tienen por inteligentes, cultas y sesudas— para justificar el divorcio. Y no es para menos, puesto
que justificar algo que es antinatural y antitodo no deja de ser curioso.
Si me apura —y habría que apurarme mucho — , puedo entender que dos personas casadas decidan libre
y excepcionalmente vivir separadas, siempre que no sea para unirse con otra, y con autorización de la
Iglesia si son cristianas, puesto que hay que ser consecuentes con la fe.
Pero ¿o que de ninguna manera puede al debe permitirse es que un Estado — usurpando derechos que no
te corresponden tenga la osadía de legislar sobre algo que pertenece única y exclusivamente a la intimidad
de la vida conyugal. De seguir así, llegará el día en que e. Estado nos programará lo que hemos de comer
a lo largo e cada jornada e incluso nuestros pensamientos; es decir, nuestra libertad.
Ni la monogamia ni la indisolubilidad del matrimonio son inventos del hombre, sino leyes divinas.
Huyamos, pues, de la osadía de retar a Dios.
En la seguridad de que autorizará la publicación de esta carta, reciba el atento saludo de
José Bernardo Carrasco Estrella Polar, 16, quinto. Madrid 30