PERFILES DE LA CAMPAÑA-1º
Antonio Herce
L exilio de su padre, un nacionalista al que tos sublevados buscaban cuando tomaron San Sebastián, le
hizo nacer en Caracas en 1948. Ocho años después, los Benegas regresaron a San Sebastián.
Militó en los movimientos universitarios de aquel entonces y su primera aproximación al socialismo fue
mediante la lectura. Introvertido y acorralado por el mundo de los libros finalizó Derecho en 1970
Colaboró en ia defensa de Mario Onaindía en e; «juicio de Burgos», echando una mano en ei despacho de
Miguel Castells. Harto de la dictadura y asfixiado por la situación en que se vivía, marchó un año a
Inglaterra, con la intención de ingresa1´ en la London School of Economist, cosa que no consiguió por su
juventud.
AHÍ, ese sentimiento de falta de libertad que le arrancó de España, contrastado con intelectuales europeos
y sudamericanos, se hizo necesidad de regreso «para militar políticamente y para luchar contra la
dictadura». A la vuelta abre un despacho y preside la Asociación de Abogados Jóvenes de San Sebastián.
Conecta con Enrique Mágica Herzog, que le introduce en el Partido Socialista. En casa de éste conoce a
Felipe, a Alfonso Guerra, a Nicolás Redondo...
Autonomista
Desde un principio se negó a aceptar la división entre abertzales y sucursalistas. El enemigo era otro. «El
enemigo principal, causa de la opresión que sufre Euskadi hoy, es la burguesía monopolista y centralista,
que ejerce el poder autoritariamente y no los partidos de la oposición democrática de ámbito estatal, como
se pretende mantener desde algunos sectores», escribía en noviembre del 76.
Y desde un principio también quiso reafirmar su convicción autonomista. «Como partido del pueblo el
PSOE está en la obligación de asumir ¡as aspiraciones de! pueblo vasco de regir sus propios destinos»,
aseguró en marzo del 77, durante su decisiva intervención en la apertura del Congreso constituyente de
los socialistas vascos.
Era la línea que él, nuevo v primer secretario general del PSOE, estaba dispuesto a defender, pero fue
quizá el enfrentamiento con los nacionalistas — surgido en el 78 cuando se hicieron con la presidencia
del CGV, frente al candidato del PNV, gracias al voto de UCD—, lo que logró poner en tela de juicio su
confesado propósito.
De todas formas por activa y por pasiva continuó Txiki Benegas renovando su compromiso. En su
despedida como responsable de interior en el preautonómico afirmaba que «guiados exclusivamente por
el interés de servir a Euskadi, hemos intentado, por diferentes vías, encontrar soluciones a los problemas,
al tiempo que tramitar a nuestra sociedad un mensaje de respeto a la naciente democracia, a la libertad y
al derecho a la vida de todos los ciudadanos vascos».
No fue posible
Su apuesta contra la violencia era nítida. De cualquier forma también acusó «la ceguera e incapacidad de
un Gobierno para afrontar los problemas de modo decidido, adoptando las necesarias medidas políticas».
Y su oposición a la. actitud tomada en Madrid servía para escarbar tierra bajo los pies de quienes le
acusaban de oculta connivencia.
La palabra diálogo figura entre esas que Txiki Benegas parece venerar con particular devoción. Quiso
dialogar con ETA y el discurso falló. «Fui un simple intermediario de Martín Villa que informaba a
Suárez. En el fondo no fue posible porque aunque se avanzó bastante en el momento de ver las
posibilidades de entendimiento, se exigía la publicidad de las negociaciones. La fórmula de llegar a una
solución dialogada del problema ETA desaparecen con ¡a muerte de Argala.»
El consejero del Interior del CGV tenía veintiocho años. Vivió muy de cerca el entorno de la muerte. Su
vida asistió a una escalada brutal y sangrienta en el País Vasco. Como consejero decidió acudir a Ltodos
los funerales de las víctimas. «La muerte y la desgracia me marcaron psicológicamente. Era una persona
alegre y desde entonces tengo un deje de tristeza, que algunos compañeros me lo hacen notar.»
Fracasado el diálogo planteó otro frente de conversación, «el frente de defensa de la democracia,
integrado por todos los partidos que tengan como objetivo la paz y la descalificación de quienes siguen
utilizando la violencia y el terrorismo». Lo pronunció en junio del 80. Y siguió diciéndolo en julio, en
septiembre. Y en octubre volvía a exponer «tenaz» lo que en su opinión era la única salida.
«Válido»
En el 81 se convirtió en adalid de la política de concentración. E! PSE presentó su programa de
«contribución a! avance democrático». Contenía siete puntos claves, puntos expuestos reiteradamente por
Txiki, que "respondiendo a una filosofía unitaria de las fuerzas parlamentarias vascas, podrían llegar, con
la colaboración de! Gobierno vasco, a un programa de acuerdos mínimos».
Meses después repetía. «Tiene que cesar la campaña antisocialista para iniciar el diálogo». Sus palabras
revelaban además algo que para los socialistas ha resultado obsesivo: «Hay que acabar con la ¡dea de que
lo nacionalista es lo bueno.» El tono de Txiki Benegas ha ido subiendo. Día a día han arreciado sus
ataques al nacionalismo. Pero, sin embargo, esto se podría traducir como una respuesta a la exigencia de
otros miembros de su partido. El nunca ha cerrado las puertas a un diálogo en el que parece creer. «Creo
sinceramente —señaló en vísperas del III Congreso del PSE en marzo pasado — , que a pesar de las
diferencias entre e/ PNV y los socialistas nuestra capacidad de comprensión del problema vasco es mucho
mayor que el de UCD y si legáramos al poder, el PSOE tratará de afrontar y solucionar el problema
vasco.
En el acto de apertura del Congreso subrayó la necesidad de «un gran acuerdo político con los partidos y
centrales sindicales contra la violencia». Era la palabra del hombre convencido —lo afirma — que la
división real del pueblo vasco está entre los demócratas y las metralletas. Lo demás, supone él, es algo a
discutir. Quizá por eso, los adversarios de Txiki Benegas tengan todavía en cuenta que es un interlocutor
«valido», uno de los pocos que entre los socialistas vascos suscite la confianza de los dirigentes
nacionalistas.
José María Benegas Haddad, treinta y cuatro años, candidato número 1 del PSOE por Álava
EL VASCO QUE PUSO LA PALABRA FRENTE A LAS ARMAS