OPINIÓN
Diario 16/15-octubre-82
JAVIER TUSELL
Secretario de esludios y programas de UCD
Hoy es 1986
El próximo 28 de octubre, nuestro voto no va a decidir sólo la composición del Gobierno inmediato, sino
también el futuro de la oposición. El autor plantea, pensando en las elecciones del 86, qué será más
conveniente votar ahora, tanto para el Gobierno como para la alternativa que pueda sucederle.
No hay distinción más sofisticada y más inútil, en un régimen democrático, que la de precampaña y
campaña electoral. Cualquier político, en un sistema de libertades, siempre está en campaña: los que lo
han olvidado en la España actual no han tardado en sufrir las consecuencias. Por otra parte, siempre en el
periodo que precede a una campaña electoral quedan definidos de forma precisa los términos en que
queda planteada la confrontación.
Esto sucede ahora, en octubre de 1982. Hay un partido socialista que ha visto crecer sus intenciones de
voto gracias, más que nada, a los problemas de sus adversarios; la derecha conservadora, representada por
Alianza Popular, parece haber consolidado su voto y lo ha visto crecer, aunque en una proporción muy
inferior a los que son las declaraciones de sus líderes y, en fin, existe una proporción muy elevada del
electorado (impensable en unas condiciones normales) que en su día votó centrista y hoy está indeciso
sobre la opción de tomar. Pero hay que decidir o, mejor, como decía no hace mucho en uno de sus
excelentes artículos Julián Marías, es preciso preferir, seleccionar de todas las opciones, no la perfecta
que para la mayoría (entre quienes se encuentra el que esto escribe) no existe, sino aquella de la que se
piense que es, comparativamente, mejor para la colectividad de los españoles. ¿Algo más? Desde luego;
es preciso que la preferencia tenga en cuenta no el corto plazo sino el más largo; hay que pensar que se
decide para cuatro años, no para el pasado sino para un futuro tasado. Hoy, o mejor dicho, el 28 de
octubre, se tomará una decisión para 1986.
Socialistas, no
¿Es conveniente que el Partido Socialista Obrero Español obtenga ia mayoría de la representación parla-
mentaria en e! momento actúa!? ¿Es positivo que Alianza Popular, la derecha conservadora, quede situa-
da en condiciones de figurar como la primera opción no socialista del espectro político? En mi opinión, ni
lo uno ni lo otro serían, en el hipotético caso de producirse, motivo para alegrarse.
En un sistema electoral como el español, dada, además, nuestra estructura sociológica y cultural, es muy
difícil que cualquier partido obtenga la mayoría parlamentaria absoluta. Si 5! PSOE la obtuviera, ello
sería debido exclusivamente a la debilidad, basada en circunstancias excepcionales, de sus antagonistas a
la derecha y a la izquierda. Tendría entonces, un poder muy superior al que cualquier partido puede llevar
a alcanzar en una España democrática. Y lo tendrá, además, sin un apoyo social que tradujera fielmente el
voto de los españoles.
Todo partido hace bien a) intentar apelar, con ocasión de unas elecciones, no sólo a un sector social o a un
grupo, sino a todos, pero el caso del PSOE en esta campaña, bien mirado, puede parecer, incluso, extrava-
gante: parece que le pueden votar desde algún liberal templado hasta conspicuos ex militantes de la Joven
Guardia Roja.
Hay, desde luego, un ansia de cambio, pero cabe preguntarse hasta qué punto los electores españoles
tienen claro el cambio que desean.
Fraguistas, tampoco
Es más, si el PSOE ejerciera el poder en solitario, con mayoría absoluta en el Parlamento cabe pregun-
tarse si eso no hafía que se cociera, inmediatamente, en la propia salsa de unas bases y cuadros aue
ideológicamente distan mucho de la imagen de «San Felipe González» En fin, la confianza respecto del
propio programa socialista entre los españoles es muy modesta a pesar de las intenciones de voto y lo es,
especialmente, en temas tan importantes como la crisis económica o las libertades públicas. En el fondo,
los propios dirigentes socialistas es posible que no quieran ganar arrolladoramente, aunque no quieran
admitirlo así. Y, desde luego, hay un importante sector de la sociedad española que está dispuesta a acep-
tar como experiencia una victoria socialista, pero a condición de que no sea abrumadora y que tenga
(mejor en el Parlamento que en el Gobierno) una adecuada contrapartida.
¿Y Alianza Popular? Desde luego, cabe decir de la derecha conservadora que en estas elecciones se pre-
senta casi en el estado de gracia que caracteriza a los socialistas en estos momentos. Tiene buenas razones
para que así sea: nunca se darán tantas condiciones favorables para que rebañe hasta el último de sus
posibles votos. No tiene sentido recordar qué circunstancias han sido las que han llevado a este resultado,
pero no vendría mal recordar las consecuencias obvias que se derivan de un peso excesivo del sufragio en
favor de esta derecha conservadora. En primer lugar, será dificilísimo (por no decir, rotundamente,
imposible) que, incluso después del protagonismo en una oposición de meses o años, esta derecha
alcanzara el poder. Hay un entusiasta derechista que ha afirmado recientemente que dentro de cuatro años
don Manuel Fraga estará en la Moncloa. No sólo eso es posible, sino que una de las utilidades de la
presente elección es precisamente que se demostrará que todo el trabajo meritorio del señor Fraga
concluye en un techo muy preciso, con el cual, en lo que representa de la sociedad española, hay que
contar, pero que es radicalmente insuficiente como para vencer al socialismo. Y es que Fraga es lo que es:
una persona que cree que inventó la libertad de expresión con su ley de Prensa, que lo hizo muy bien
como ministro de Gobernación y que constituye una injusticia histórica que los demás no se lo
reconozcan. Pero, precisamente porque es así, su simple cercanía al poder engendraría tales rechazos y
tensiones políticas y sociales que crearía más problemas que soluciones. En esto estamos. Ni es bueno
que el PSOE gane ¡en opinión de quien escribe) ni, muchísimo menos, que tenga la mayoría absoluta.
Pero tan malo como eso es que la derecha conservadora sea la otran gran alternativa. Si levantamos
nuestra vista al horizonte de 1986 lo tendremos bien claro.