Asegura que tienen «muchos más datos* de los que dio Oliart» sobre la intentona golpista
Felipe González intenta movilizar la abstención progresista en Galicia
LUGO (Martín Bernal, enviado especial). Felipe González emprendió ayer, aquí en Galicia, una
de las etapas menos agradecidas de ésta, un algo extenuante maratón que le ha preparado
Alfonso Guerra. Porque el líder socialista, que está cubriendo esta vuelta a España en autobús,
rodeado de músicas discretamente triunfales, ha llegado al otoño gallego, lluvioso y suave, a
pelear electoralmente en corral ajeno. Hoy por hoy el PSOE está relegado a tercera fuerza
política en Galicia, a bastante distancia de AP y aun de UCD, y sigue teniendo los augurios si
no en contra cuando menos no muy propicios, y esto, para un partido que aspira a conseguir la
mayoría absoluta, resulta más desmoralizador que excitante.
Sin embargo, Felipe González está dispuesto a dar la batalla, como ya dejó ayer patente en
sus mítines de Lugo y Orense. Pese a la lluvia, en Lugo miles de personas se habían
concentrado en una plaza abierta para escuchar al líder socialista. Antes, en el autobús del
Mundial que nos conducía por un paisaje verde y brumoso y por una carretera lenta y
endiablada camino de Lugo, Felipe González no ocultó su optimismo. «No me preocupa
electoralmente Fraga, eso seguro.» Se refería, es claro, al conjunto de la campaña, pero su
optimismo tenía también ribetes galaicos. «Vamos a seguir subiendo aquí también en Galicia,
más lentamente que en otras zonas, pero subiendo. Y en estas elecciones subiremos
poderosamente.»
Felipe dedicó a Fraga puyas críticas. Se refirió a él más:bien con cierto elegante
distanciamiento. Por supuesto que le reconoció un papel de primera fuerza en esta comunidad
y dio una teórica ajustada y escueta de los planteamientos y motivos que provocan esta
situación propicia a la derecha. «La sociedad gallega —dijo Felipe— por su propia estructura
socioeconómica es susceptible de que sobre ellos se ejerzan controles no precisamente
democráticos.» Era, como ya se entenderá, una bizarra paráfrasis para referirse al caciquismo.
Los socialistas lo tienen, sin embargo, muy difícil, y lo saben bien sus expertos en sondeos y
otras artes electorales, aunque también conocen que en las últimas confrontaciones electorales
han mantenido una tendencia alcista, incluso en Orense y Lugo. Es probable, así lo creen ellos
al menos, que puedan reciclar ahora una gran parte de los votos centristas urbanos que no
lleguen a UCD. Pero cualquier esperanza sobre el voto rural sigue siendo, a priori, bastante
infundada. Felipe González cree que la única manera de liberalizar, valga la expresión, e) voto
rural es establecerán sistema de créditos agrícolas objetivo que evite las dependencias hacia
determinados sectores. Sin embargo, por el momento, no está en sus planes. La política
socialista, al menos sobre el papel, sigue siendo la de eludir la confrontación en Galicia y
concretamente con la Junta de Galicia, que rige Alianza Popular. «Nos esforzaremos —
explicaría Felipe González— en colaborar exactamente con el mismo entusiasmo que en otras
regiones autonómicas en las que nosotros tenemos el poder.» En este primer contacto con tos
periodistas en tierras gallegas saltaron, era de esperar, los temas que se han convertido en
«leivmotiv» de la campaña. Se habló, desde luego, del síndrome del debate. Felipe insistió en
la oferta que había hecho unas horas antes en Toledo: «Encantado de aceptar el debate con
todos los líderes que me lo han pedido, aunque esto tiene visos de ser una investidura
anticipada. Un debate con condiciones evidentemente rígidas y objetivables. Que sea por
televisión en directo y con tiempos prefijados para cada uno.» Unas condiciones que como
observaría un periodista no hacen precisamente muy viable la oferta. No está muy claro. Felipe,
sin embargo, se defendió atacando. «No soy yo el que ha propuesto estos debates. Yo me
limito a aceptar el reto y no conozco otra fórmula.»
La reciente sesión de la Diputación Permanente de! Congreso sobre la supuesta tentativa
golpista fue otro de los temas fijos. La actitud de Felipe González resultó muy pareja a la
mantenida en el Congreso, serena y cauta, pero firme. Se lamentó de la escasez de la
información y aseguró: «Nosotros tenemos muchos más datos de los que dio el ministro de
Defensa, sin embargo, creo que los únicos que no debemos hacerlos públicos es el PSOE, la
actual oposición. Reveló Felipe que había preguntado al señor Oliart sobre si los documentos
eran conocidos por el Consejo Superior del Ejército, simplemente para que quedara constancia,
ya que estima que si el Consejo Superior del Ejército puede conocer esos documentos
secretos, el Congreso como Cámara legislativa también puede hacerlo.
En Orense, Felipe González protagonizó un mitin en el que mostró una actitud mucho más
beligerante para con la derecha. Atacó a Fraga y a la idea de una coalición de centro-derecha,
señalando que no se imaginaba un Gobierno presidido por Fraga y compuesto por ex ministros
de UCD. Los ataques verbales a la derecha por parte del líder socialista fueron aún más lejos al
acusarla directamente de «corrupción» y al defenderse de las críticas de ésta diciendo que «si
nosotros no estamos maduros, vosotros estáis podridos».
Sin intervención, no obstante, también tuvo tonos más moderados al referirse a la política del
cambio —«que ha de ser lento y sereno»— y, sobre todo, al hacer mención a las relaciones
con el empresariado.