El reparto de los antiguos votos de UCD recompuso el mapa político gallego
Tres partidos para dos grandes opciones en esa Comunidad
Madrid. J. A. Sentís
El reparto de los antiguos votos de Unión de Centro Democrático, cuya mínima derrota en Galicia a
manos de AP fue el comienzo de su final, ha recompuesto el mapa político gallego, con tres partidos
como probables beneficiarios de los antiguos sufragios centristas: Coalición Popular, que gana un mínimo
de ocho escaños; el PSOE, que logra seis y once para Coalición Gallega, en su primera presencia electoral
en la Comunidad.
La suma de estos escaños, que han supuesto el incremento neto de las tres fuerzas políticas significativas
tras las elecciones, es de veinticinco escaños. Los que UCD ponía en juego por incomparecencia eran
exactamente veinticuatro, en una relación más que coincidente. Por ello, sin hacer extrapolaciones
exageradas, se puede aventurar una relación entre ambos supuestos, ya que el propio voto centrista, como
la formación que lo recogía, era heterogéneo en su composición en el espectro amplio de centro derecha y
centro izquierda.
El mismo reparto sugiere que es en torno a estas dos grandes opciones donde se juega el futuro político de
Galicia (y tal vez de la propia sociedad española). Una «bipolarización» izquierda-derecha con el centro
como eje, pero que se ha traducido en tres ofertas políticas.
La lectura de Alfonso Guerra («el bipartidismo se ha confirmado en Galicia») parece así tan inexacta
como interesada para el PSOE, porque si no, el estratega socialista no !a haría. Unos resultados como los
del domingo revelan que hay tres partidos en liza, aunque sea difícil encontrar diferencias entre el modelo
de sociedad teórico de Coalición Popular y de Coalición Gallega.
La otra lectura, procedente de Coalición Popular, («el centro derecha se ha impuesto al PSOE y ha
demostrado que puede ganar las elecciones generales»), es cierta por las reglas de la aritmética, si
sumamos los votos de las dos coaliciones frente al improbable «pacto de progreso» que plantea el PSOE
hacia su izquierda, pero requiere determinados condicionantes políticos.
El primero de ellos es el de la unidad de estas fuerzas de centro derecha, ante lo que Miguel Roca, ahora
eufórico, se muestra refractario. Con las opciones políticas agrupadas en Coalición Popular, ese voto
centro derecha reformista no parece asegurado, y la mecánica electoral en España prima las ofertas
conjuntas y no las separadas aunque recorran la misma órbita.
El segundo es que la sociedad española discurra efectivamente por la adhesión a ese centro derecha, pues,
de acuerdo con los últimos resultados de elecciones generales, el PSOE tuvo la mayoría absoluta, y todo
relevo pasaría por la resta de parte de esos millones de votos. Es el margen de sufragios no ideológicos
que votaron la noción vaga del «cambio» y de la estabilidad, como rechazo a la incertidumbre ofrecida
por UCD.
El ejemplo gallego es ahora el punto de referencia, corno fue el País Vasco y Cataluña en sus respectivas
elecciones. Pero la capacidad de que este resultado esté distorsionado es muy grande a la vista de los
datos: el aparentemente triunfante reformismo no ha calado tanto en los electorados «progresistas» de La
Coruña y Pontevedra como en los reductos más conservadores de Lugo y Orense. En este último caso, la
relación entre los resultados de UCD bajo el patrocinio de Franqueira, y de Coalición Gallega con
idéntico padrino sugieren una evidente relación. La pregunta es, por tanto, si la influencia de Miguel Roca
ha variado en algo el resultado posible de este centro nacionalista, o si se ha traducido en Galicia el
mismo efecto que cosechan otros partidos nacionalistas en las comunidades «históricas».
La última lectura es que Coalición Popular resta terreno al PSOE, y que ha triunfado con holgura en
Galicia, como mantiene su ventaja en otras comunidades. La incógnita es saber si los seis meses próximos
son suficientes para dar el vuelco a la mayoría.