ARRASAN
EL triunfo del PSOE en las elecciones gallegas ha sido abrumador. Si el vicepresidente del
Gobierno, Txiki Benegas, González Laxe, Televisión Española y el diario gubernativo lo dicen,
por algo será. Y si alguien lo duda, no tiene más que echar mano de las matemáticas, que no
acostumbran a tallar. De los sesenta y un escaños del Parlamento gallego, el Partido Socialista
ha conseguido veintidós. E! centro-derecha, en cambio, sólo ha alcanzado treinta y cuatro, que
añadidos a los once de Coalición Gallega suman la ridícula cifra de cuarenta y cinco. En suma,
una humillante derrota del centro-derecha.
En Galicia, como en Cataluña y el País Vasco, los socialistas se han llevado el gato al agua.
Arrasan en medio de un clamor jubiloso. Se les quedan pequeñas las urnas, y les estallan, por
chamusqueras y calentorras, las centrales de datos. Comprendemos su frenesí y aplaudimos la
elegancia y limpieza de su incuestionable triunfo electoral.
Lo que no entendemos bien -de ahí que solicitemos a Javier Pradera la conveniente y sabia
explicación- es que si triunfan en Galicia por conseguir menos votos que los demás partidos,
también gobiernen en España por la razón contraria, como es tener más escaños que el resto
de los grupos políticos. Lo lógico sería que el PSOE, con diez millones de votos y más de
doscientos escaños, aceptara su derrota y dejara gobernar a la Coalición Popular de Fraga,
Alzaga y Segurado, que obtuvo ¡a victoria con cien escaños menos. Porque sin dudar de la
buena fe y fiel interpretación de los socialistas de las reglas electorales, alguna de sus victorias,
me incita a la sospecha.
Si en Televisión Española se nos confirma que la izquierda ha ganado en Galicia
por contabilizar menos de la mitad de los votos que el centro-derecha, ¿qué hacen los señores
González bodeguilleando; Guerra, insultando; Solchaga, arruinando; Moscoso, enchufando;
Fernández Ordóñez, mamorreando; Ledesma, excarcelando, y Calviño, manipulando? ¿Por
qué Coalición Popular no hace ver sus legítimos derechos de gobernar la nación? No
encuentro respuesta alguna.
Aceptamos de buen grado el clamoroso triunfo socialista en las elecciones gallegas. El doctor
Fernández Albor debe reconocer de inmediato su derrota y viabilizar el traspaso de poderes sin
retraso alguno. Cumplido el doloroso trámite, y siempre según la interpretación oficial del
resultado de los comicios, el Presidente González tiene que reconocer sus error y asumir el
despropósito de su permanencia al frente del Gobierno español. Sería un generoso detalle que
ningún demócrata le reprocharía. Los gallegos han apostado por el «cambio». Del «percebeiro»
de la mar tronante al coquinero de la bocana del Guadalete; de Rosalía a Antonio Machado; de
la «huertiña» entre brumas al sol tenso de la marisma; del llanto de la mar al lamento del
«jipío»; del Cunqueiro a Savater, de Pedro Rodríguez a Enric Sopeña, del bienestar al
espasmo, de la muñeira al rock-duro, con droga subvencionada. Cuando los socialistas se
proponen algo, lo consiguen.
Mustio está el centro-derecha. Como pinar en la anochecida, se resigna a su tristeza. Su
derrota en estas elecciones no admite ni la más optimista justificación, las urnas hablan, y nos
dicen que en Galicia han vencido los socialistas y se ha confirmado el imparable futuro político
del duque de Suárez.
Alfonso USSIA