DESPUÉS DE GALICIA
FRAGA tuvo el valor político de apostar a la mayoría absoluta en las elecciones autonómicas gallegas. La
mayoría absoluta no la ha conseguido en términos formales, pero sí ha conseguido en cambio lo
fundamental del propósito: dar el gran salto adelante en el número de escaños dentro del Parlamento
autonómico, facilitar el establecimiento de una mayoría absoluta no izquierdista e infligir con ello la
tercera derrota que sufre el socialismo.
Los resultados del domingo en Galicia, por su clarísima significación de victoria política, revalidan el
liderazgo de Manuel Fraga aunque, como decimos, no haya logrado Coalición Popular esa mayoría
absoluta por la que apostaba. Pero este hecho mismo, por las condiciones reales que lo han venido a
determinar, ha reiterado la evidencia de que el único camino posible para vencer al socialismo en las
elecciones generales es el de la concertación electoral de las fuerzas del centrismo con las liberal -
conservadoras. Los resultados de Galicia expresan con gran claridad que la suma de los votos de
Coalición Popular y de Coalición Gallega vienen a representar en la práctica los que expresaba antaño la
suma, en aquel Parlamento, de los votos de la misma Coalición Popular y los de la desaparecida UCD.
La preponderancia electoral del socialismo depende mucho menos de la capacidad del PSOE para seguir
aglutinando el voto útil de la izquierda que de la incapacidad, existente hasta ahora, del centro y de la
derecha para integrar en una unidad de propuesta su alternativa al socialismo. Un sistema electoral como
el adoptado aquí, en el que sé priman las opciones mayoritarias, es fórmula que postula el bipartidismo,
aunque sólo sea en el plano estricto de las elecciones. Y si una fuerza política, como el PSOE, entiende
con claridad esta premisa y actúa en consecuencia, tendrá siempre las de ganar, mientras sus oponentes
actúen de forma separada.
Ahora bien, si tanto en las elecciones autonómicas de Galicia como en las de Vascongadas y las de
Cataluña el PSOE hubo de retroceder respecto de sus logros en las elecciones generales de 1982, ¿cuánto
más no hubiera retrocedido en el caso de que esas fuerzas del centro y de la derecha hubiesen concurrido
coordinadas en lugar de hacerlo por separado? La pregunta es absolutamente pertinente y oportuna a la
vista de lo sucedido en Galicia y en los anteriores comicios autonómicos; pero como es lógico no agota su
sentido en lo que se refiere a este tipo de consultas, sino que es más válida aún en lo que concierne a las
elecciones generales. Es tan evidente la necesidad de la concertación de todas las fuerzas del centro y de
la derecha como condición necesaria para la eficacia electoral frente al socialismo, por imperativo del
sistema D´Hont, que el esfuerzo permanente del socialismo ha consistido en propiciar condiciones que
frenaran el lógico proceso de integración de sus adversarios. Pero tal proceso ya es imparable a estas
alturas y ante las elecciones generales de 1986. Mientras no se cambie de sistema electoral la dispersión
del centro y de la derecha propiciará la victoria del socialismo. Derrotado el PSOE en Galicia, como en
Vascongadas y como en Cataluña, por no haber conseguido ser el voto útil de la izquierda, y pese a que el
centro y la derecha han comparecido separadamente, ¿qué no habría de resultar en las elecciones
generales si el centro y la derecha suman a la virtualidad de su coordinación la presumible pérdida por el
PSOE de su carácter colector del voto útil de la izquierda? Después de Galicia todo parece más claro
todavía.