Mirando a las elecciones de 1986
Julio Fernández
La victoria de Coalición Popular en las elecciones del Parlamento de Galicia tiene un sabor agridulce. Las
mieles de haber sido la fuerza más votada se mezclan con el acíbar de no haber logrado una mayoría
holgada que le permita prescindir de alianzas.
Es posible que Alianza Popular pueda poner el 24-N como hito del porcentaje de sus votos populares,
pero sin embargo para la Coalición Popular en conjunto las elecciones gallegas ponen en crisis un modelo
de crecimiento político bautizado por el jefe de la oposición, Manuel Fraga, como la mayoría natural. Esta
patente de coaliciones polarizadas frente a la izquierda consiguió un refrendo relativo en las elecciones de
1982, cuando UCD se derrumbó. Fraga había logrado clarificar el mapa político asociando al recién
nacido Partido Demócrata Popular y ofreciendo una salida a la frágil situación de los centristas.
El modelo se intentó desarrollar aún más y se inventó la fórmula de «los liberales con Fraga» para
aumentar el espectro de la Coalición en las elecciones municipales sin que el rendimiento fuera evidente.
Las dificultades de coherencia políticas fueron surgiendo a lo largo de la legislatura con el PDP, mientras
el líder catalán Miguel Roca reclamaba un centro autónomo, poniendo nerviosos a democristianos y
conservadores.
Las peores nubes aparecieron en Coalición Popular después de las elecciones catalanas, de las que Miguel
Roca salía victorioso sobre la derecha y atraía para sí al Partido Demócrata Liberal, donde Antonio
Garrigues había refugiado a los liberales progresistas.
Los intentos de Alianza Popular de fago-citar el espacio liberal continuaron con las ayudas a José Antonio
Segurado para que rehabilitase tas siglas PL dentro de la Coalición. En esta época, hace ahora un año, un
gran estudio sociopolítico realizado por la CEOE hacía desvanecerse las dudas del PDP sobre la
conveniencia de ensayar una alianza con los reformistas al estilo de la que Convergencia Democrática y
Unión Democrática tienen en Cataluña.
Y después de un regateo prolongado, AP-PDP-PL firmaron sus pactos el pasado verano, de los que Fraga
salió disparado a una campaña gallega de cuatro meses que concibió como el trampolín para las
elecciones generales del 86.
La caravana de periodistas que persiguió al presidente de AP exhibía visiblemente en sus credenciales un
rótulo Fraga-86; por si fuera poco, el vicepresidente segundo de AP, encargado de la estrategia, Alfonso
Osorio, anunciaba que la operación con el mismo nombre comenzaría inmediatamente después de las
elecciones gallegas.
El trampolín gallego se ha quedado, sin embargo, algo corto para que Fraga se proyecte hacia la piscina
nacional que provisionalmente se ha instalado en el mes de junio, coincidiendo con los comicios
andaluces. A pesar de que la Coalición Popular llevaba a su frente a Gerardo Fernández Albor, un hombre
políticamente de centro y de acendrado gallegismo, la emergencia de Coalición Gallega, incluso en las
zonas costeras, donde su implantación era muy débil, no contaba con influencia social, ha frenado el
crecimiento que a Coalición Popular le era necesario para alcanzar el tamaño de alternativa de gobierno
dentro de seis meses.
Los resultados de Coalición Galega refuerzan notablemente el proyecto reformista sobre el que, sin
embargo, se mantienen importantes incógnitas como para atribuirle el protagonismo del centro político. A
pesar de las ventajas añadidas que para Miguel Roca conlleva la derrota de Adolfo Suárez, competidor
directo en el centro, la consolidación de Coalición Galega le va a obligar a comprometer su respaldo a la
formación de un grupo parlamentario gallego en Madrid, lo que complica aún más la estructura de
poderes territoriales que presenta su operación. El Partido Reformista tendrá que encoger su ámbito aún
más, quedará convertido en el partido de la meseta. Con esta organización federal crecen las incógnitas
sobre la capacidad para gobernar en toda España.
Este es el punto débil que ha impedido a Adolfo Suárez seguir rehusando a la presidencia de la operación
reformista, que Roca le ha ofrecido más de una vez y que volverá seguramente a brindarle ahora que el ex
presidente del Gobierno no ha alcanzado representación parlamentaria en Galicia. Suárez mantiene la
necesidad de organizar un partido estatal de centro progresista, pero en contraste dejó de presentarse a las
elecciones en Cataluña y el País Vasco, y sus resultados electorales del domingo le pueden hacer
reflexionar de nuevo profundamente.
Con este panorama, la situación en el centro y en la derecha aparece bloqueada tanto en uno como en otro
polo, y todo parece decir que las condiciones no cambiarán ya antes de las próximas elecciones generales.
Entonces quizá la sabiduría política de los votos apunte vías de solución.