ABC. MARTES, 27 DE FEBRERO DE 1979. PAG. 6.
Crónicas de ia Campaña
CARRILLO, EN VUELO NOCTURNO
«Me ha llamado "siniestro". ¿Y qué? Esos insultos me dejan frío. Es el propio Múgica quien se perjudica.
En vez de dar imagen de un respetable "futuro ministro", queda como un hombre torpón y grosero.» El
avioncito Jet «María IV» da un bote brusco. El viento lo zarandea, como un papel de fumar. Santiago
Carrillo se ríe de mi palidez. «¿Estas asustada?» No sólo la política, el periodismo también «hace extrañes
compañeros de viaje». Volarnos hacia Valencia, seguiremos después a Alicante y regresaremos a Madrid
a última hora de la noche. Carmen, la mujer de Carrillo, nos acompaña. Trabaja como secretaria en una
empresa constructora y esta tarde «¡ibra». «No es que yo sea de esas mujeres que van siempre pegadas a
sus maridos, pero..., cuando hay una oportunidad, me gusta ir con él.»
• El pequeño Jft de alquiler vuelve a tomar la horizontal >´en calma». Santiago reanuda la chachara:
«Han convertido las elecciones en un concurso de "guapos": el travolta Felipe y el Adolfo
"Valentino". Pero ahí hay "tongo". Yo estoy convencido de que si los resultados no dan un eran
vencedor, que no lo darán, el día 2 de marzo, Felipe y Adolfo pactarán un Gobierno de coalición
...Y eso suponiendo que no estén ya de acuerdo...»
Gros, el camarade «vieja guardia», un «specimen» a horcajadas entre el guardaespaldas, el ayuda de
cámara, el confidente y el «hombre-agenda» de Carrillo, nos sirve un güisqui a cada viajero, incluidos los
dos escoltas de la «secreta». Carrillo mira el liquido a través del vaso de papel: es una dosis tímida, como
de «hija de María». ¡Este Gros!... «Lo que no entiendo —continúa— es por qué le preocupa a Suárez
tener en el Gobierno algunos ministros socialistas... ¡Serán muy buenos chicos! ¡No le darán guerra! ¡Si
están deseandito ser ministros! Además, Suárez es muy listo, muy político, muy buen jugador... El sabrá
"gobernarlos". ¿Acaso no se ha llevado el gato al agua durante este tiempo en temas importantes?»
• Carrillo piensa... (mejor dicho: Carrillo dice, porque ¡qué diablos sé yo lo que de verdad Carrillo
pitnsa!). Carrillo dice que la adicional octava, que permitió a Suárez actuar como presidente
constitucional sin tener que dimitir, «se la pusieron en bandeja los muchachos del PSOE». Y que «Abril
ha sabido jugar con Guerra cuanto ha querido para consensuar los temas más vidriosos de la
Constitución». Y que, en fin, «si Felipe no hubiese insistido tanto y cuándo en pedir las elecciones
generales... ¡ahora estaríamos tranquilos preparando las municipales! Iba a decir "como Dios manda",
pero me he dado cuenta a tiempo que luego tú, en el ABC, vas y escribes que yo soy de
derechas». Más tarde, en el hotel Rey Don Jaime y en la plaza de toros de Valencia —mitin espectacular
con unas veinticuatro mil personas, atestando gradas, palcos y ruedo como un día de «gran cartel»—, y
aun por la noche, en el Pclideportivo de Alicante, y en dos ruedas de Prensa, Carrillo Insistiría en
denunciar «la mala oposición del PSOE, que no ha sido capaz de poner sus 5.800.000 votos del 15-J a
trabajar... en el Gobierno». Y reiteradamente blandirá sus sospechas de que los gonzaleros «se desvían
cada vez más peligrosamente hacia la derecha socialdemócrata, alejándose del socialismo defensor de la
clase trabajadora».
• Aterrizamos en Valencia a las cuatro de la tarde. Carrillo se abotona el abrigo «sport» color canela.
Con uno igual le detuvieron cuando aquella rocambolesca «operación purgatorio» tramada por Martín
Villa. Carrillo me lo ha contado alguna vez con socarronas pinceladas de ironía: «Yo sabía que nos
tenían que legalizar..., había muchos indicios..., y que me tendrían que detener..., y estaba harto ya de
andar por ahí con peluca..., se la entregué con sumo gusto, descubriéndome, cortésmente, a uno de los
policías que me detuvieron». Y ahora Carmen Menéndez me comenta: «Aunque la vida de Santiago
siempre, por unas cosas o por otras, es una vida amenazada. yo sólo he tenido miedo, así, miedo, esa vez.
Todo el mundo creía que él tenía algo que ver con el secuestro de Oriol. Y aquellos
días, ¿te acuerdas?, los «grapos» dieron un ultimátum al Gobierno. Oriol podía aparecer muerto en
cualquier esquina... Temí seriamente por mi marido.»
• Un escuadrón compacto de camaradas, con escarapelas de «servicio de orden», protege a su «jefe»
desde el avión hasta el coche. Le escoltan en caravana de cinco vehículos, mientras atraviesan velozmente
la ciudad. En la plaza de toros, un doble cordón de «gorilas» cubre el pasillo hasta el tendido de
«presidencia». Sa avisan unos a otros con «malking-talking». l.-a multituid le recibe en pie con aplausos,
banderas rojas y «senyeras» al viento y la salmodia triunfalista del «así se ve la fuerza del Pecé», que
algunos padres enseñan «en vivo» a sus hl-jitos mientras les animan a marcar el ritmo golpeando el aire
con el puño en alto. Estalla en la plaza «la Internacional». Hay veintitrés mil novecientos noventa y ocho
puños en alto en toda la plaza. Car>rillo y servidora, que «de eso paso», tenemos las manos en los
bolsillos. Condena Carrillo la agresión de China a Vietnam. y el «personal» delira en aplausos cuando su
líder, a voz en cuello, dice que puede criticar lo que hace otro país comunista «porque, aunque somos un
partido marxista y revolucionario, no dependemos de nadie.... ni tenemos ayuda económica extranjera...,
ni queremos que en el guiso español metan su cuchara los americanos o los alemanes de VVilly Brandt».
Después le preguntaré si es cierta la letra de esa canción de independencia que nos ha contado. Se pone
serio, y me dice: «Te puedo dar mi palabra de honor: el PCE no tiene ninguna dependencia de la Unión
Soviética... De otro modo, tendríamos tanto dinero como para sus campañas tdene el PSOE y la UCD.
Nuestros doscientos millones de presupuesto electoral son créditos del Banco Popular, del Banco de
Bilbao y de algunas Cajas de Ahorro. Y sanseacabó.»
• Carrillo y sus comunistas quieren la sustitución del Estado, la sociedad sin clases, el proletariado al
Poder, el desmantela-miento del «gran capital de unos pocos», el divorcio a voluntad y el aborto legal...
Lo quieren, poco a poco. Y, poco a poco, lo dicen. ¡Pero lo dicen, ya lo creo, que yo se lo he oído: en
público, con potente mega-íonía y en castellano clarísimo!
Regresamos a Madrid. Vuelo nocturno. Gros nos da otro «chorrito» de güisqui, y Santiago le reclama:
«¡que saques esos bo-catas de jamón que tienes por ahí...!». Está contento por la jornada levantina, Y
satisfecho porque el teniente general Sanjurjo recibió al comunista de Euzkadi. Roberto Lertchundl:
«Nosotros éramos solidarios de ETA —me dice— cuando aquí había dictadura y represión de las
libertades. Pero ahora, con una democracia, y con libertades políticas, una ETA terrorista y asesina es
inaceptable.» Está disgustado «porque el PSOE jnega a ignorarnos». Expectante. «porque si Felipe y
Adolfo gobiernan .iun~ tos, nosotros seremos la verdadera oposición constructiva». «¿Crees que os
dejarán esa plaza en exclusiva», le digo. «Suárez tiene coraje para ello. Y "los otros"... no reflexionan lo
suficiente.» No espera que caiga la breva de un «programa común» pactado.
Al despedirnos, ya en Barajas, casi en susurro, le pregunto: «¿Te ves entrando «n Moncloa con coche de
ministro?», «No. Eso ya no será para mí... Si acaso, para los que me sigan. Pero yo no lo veré.»—Pilar
URBANO.