«ELLOS» SI VOTARÁN
EL próximo Jueves es el día D de la nueva democracia española. Una vez aprobada y refrendada la
Constitución, ha llegado eri momento ds celebrar las primeras elecciones de acuerdo con el ordenamiento
democrático. Su resultado dará a conocer la identidad de quienes tendrán por datante cuatro años para
desarrollar un programa de Gobierno en plena normalidad constitucional.
Ponderar a estas alturas la importancia de esta consulta puede parecer superfluo. Pero es preciso insistir
una y otra vez en ef carácter decisivo de estas elecciones, que viene determinado no sólo por la
importancia y la entidad de tos problemas graves por los que atravesamos —paro, inflación, terrorismo,
desinversión, a c o m o dación de nuestra economía a las coordenadas comunitarias, pesca, etcétera—,
sino, sobre todo, por el hecho de que este primer Gobierno tendrá la responsabilidad de conducir ía vida
colectiva interpretando la Constitución de una o de otra manera. Del rumbo Ideológico que adopte este
primer Gobierno. constitucional van a depender muchas cosas para nuestro futuro.
Con arreglo a la Constitución será posible que el futuro Gobierno afronta la política económica en una
dirección progresivamente astatista y planificada o, por el contrario, de acuerdo con los esquemas
competitivos y libres propios de una sociedad occidental y abierta. Será posible, también, que la crucial
cuestión de las autonomías se aborde con el realismo de adecuar el proceso de autogobierno según las
específicas características de cada pueblo de España o, en cambio, que se acometa una tarea falsamente
igualitaria en nombre de una pretendida solidaridad que, a la postre, frustrará a unos y desbordará a otros.
Será posible, en fin, que el nuevo Gobierno dirija la política nacional teniendo a la persona como objetivo
último de su acción, o que la postergue en virtud de una concepción colectivista de la vida. Estas son, a
nuestro modo de ver, las verdaderas alternativas que están en Juego en estas elecciones.
No ayudan, ciertamente, al discernimiento reflexivo los impactos publicitarios de los partidos políticos en
paredes, vallas, periódicos, radio o televisión. Se trata de simplificaciones a veces incluso
groseras o engañosas, como esos Imperativos «Vota a Tal», o esos paisajes Idílicos con un puño
semiescondido y una rosa que recuerda sospechosamente aquello de que «en España empieza a
amanecer». La publicidad política a dirige a las visceras más que al entendimiento, y la cosa no tendría
mayor trascendencia al viviéramos ya en una ñor» rnaüdad que incluyese la definición del modelo de
sociedad hacia el que dirigir nuestros pasos. Al fin y al cabo ««e puede engañar a -algunos todo «I
tiempo; aa pueda engañar a todos algún tiempo; pare no M puede engañar a todos todo al tiempo». Sin
embargo, no nos encontramos todavía en esta deseada normalidad, y conviene llamar la atención sobra el
peligro de fraude político cometido deade los reclamos publicitarios.
Loa electores tenemos, por consiguiente, la obligación de reflexionar, y de hacerlo teniendo presente cuál
«a el destino que queremos para nuestra sociedad, con prioridad a cuáles son las medidas concretas que
cada cual propone para atajar este o aquel problema d* coyuntura.
Paro al mismo tiempo, tenemos también la obligación de votar, de acudir a las urnas el día 1 de marzo. Y
ello por dos principales razones, una de orden teórico y la otra de naturaleza práctica. La primera es la
necesidad de que el recuento de nuestras preferencias refleje con la mayor exactitud y fidelidad posibles
el verdadero mapa político de España. Si todos los españoles votasen y no hubiera abstención en absoluto,
sabríamos con completa precisión dónde están las mayorías, y dónde las minorías. A medida que
aumentan las zonas de sombra, al Igual que ocurre con la fotografía, el retrato se desdibuja y se
distorsiona más y más el reflejo de la verdadera realidad. Si queremos que la democracia funcione lo
mejor posible entre nosotros, tenemos la obligación de poner en juego sus mecanismos insustituibles,
entre los que ocupa un lugar principalísimo la emisión del voto.
La razón de orden práctico puede parecer más tosca, pero es, en nuestra opinión, contundente: hay que Ir
a votar, hay que acudir a tas urnas ei jueves próximo porque si no acudimos nosotros, otros to harán. No
existe la garantía da que las abstenciones tengan que repartirse con arreglo a una proporción exacta entre
las distintas preferencias políticas, ni se garantiza a nadie que a un» abstención de un signo vaya a
corresponder otra abstención de signo diverso. El no emitir el voto no produce soto un vacio o una laguna
en la fotografía política nacional. Produce una grava distorsión del signo de la consulta, porque puede
invertir el color de tes mayorías. SI cada elector se hiciera este razona-miento: «Aunque yo me abstenga,
otros no se abstendrán. Yo habré renunciado a defender mis convicciones, y después no tendré derecho a
quejarme de que las cosas no vayan como serla mi deseo», si cada elector se hiciera, décimo*, este
razonamiento, y actuase en consecuencia, la abstención no planearla sobre estas elecciones como una
amenaza próxima, el panorama parlamentario reflejarla con fidelidad las preferencias de los españoles, y
el Gobierno que emanase de la mayoría estaría Investido de toda ta autoridad que habrá de necesitar para
cumplir el mandato del pueblo. — PU-BLIUS.