Crónica de España
EL CARNAVAL ELECTORAL
ESTA historia de las elecciones tiene mucho de carnaval y de feria de ganado. Los partidos se
disfrazan de lo que no son, y sus carteles y mítines recuerdan demasiado la mandanga de los
sacamuelas. El PCE quiere poner los votos a trabajar, cuando su acción subversiva ha dejado
a media España sin trabajo. Los socialistas presumen de una coherencia que nunca
demostraron. Lo de «UCD cumple» es el colmo del sarcasmo. Y que Fraga grite «ahora»,
después de haber dilapidado tantas excelentes ocasiones, constituye una afrenta para los
españoles que algunas veces creímos en él. Pero cuando se entra en el juego electoral
moncloaca y se vive el proceso por dentro, el alma comienza pronto a vomitar por las esquinas
de la democracia. La campaña electoral es la gran feria del engaño y del falseamiento. Los
programas se construyen para equivocar el voto y difícilmente se corresponden con los hechos.
A la verdad se le liman los dientes igual que si fuera un caballo viejo. Y España se vende en las
casetas, igual que si se tratara de papeletas para un concurso de tiro al blanco. Ir por los
pueblos de España, enfrentarse a la buena gente de nuestro pueblo y descubrir las engañifas
con que los partidos tratan de conseguir su voto, resulta una experiencia desoladora para un
hombre que apostó limpiamente a Unión Nacional, es decir, a la verdad por mucho que duela y
por muy ingrata que sea.
Los socialistas y los ucedistas nacieron con alma de burócratas. Ya lo avisó Enrique Castro
Delgado al explicar cómo el poderoso aparato de la UGT, en el 36, pudo ser dominado en un
santiamén por 8 comunistas. Socialistas y ucedistas se parecen en muchas cosas. Es lógico
que vayan con naturalidad al Gobierno de coalición. Hasta me defraudaría si con el tiempo no
se unieran en una social-democracia de plastillina. Unos y otros gustan ganar las batallas sin
convertirlas y sin dar la cara. Prefieren las oscuras trastiendas leguleyas, los vacíos jurídicos,
las madrigueras del equívoco administrativo y los pasadizos secretos del poder. En vez de
contender a cara descubierta, prefieren eliminar al enemigo antes de la competición. Merced a
esa proclividad de los falsos demócratas, acechadores implacables del mínimo desliz
administrativo del adversario, quedé fuera de competición.
Para ayudar a mis compañeros. Unión Nacional de Cuenca acordó con el periódico provincial,
perteneciente a la Cadena estatal, un espacio destinado a propaganda electoral, a precios de
tarifa publicitaria. Día tras día se publicaron en ese espacio artículos escritos por mí, en forma
de sección fija, bajo el título de «España en tus manos». La camarilla de UCD se sintió
soliviantada y dio muestras evidentes de nerviosismo. No sé qué relación puede haber entre
ese desasosiego ucedista y la actitud de Diario de Cuenca. Lo cierto es que ayer se nos
comunicó la decisión de no aceptar en adelante los originales para ese espacio. ¿Por qué? Al
parecer, no satisface la línea crítica de mis artículos.
Creo que merece la pena dar a conocer a los lectores de EL ALCÁZAR a título informativo, el
contenido del que ayer dejó de publicarse en Diario de Cuenca.
MARCHA ATRÁS
Una calma chicha se abate sobre los pueblos de Cuenca en estos últimos días de sol. Se
apuran los campesinos en la recolección de la aceituna y los tractores hincan las rejas en la
tierra blanda. Los trigos y las cebadas apuntan un verde frugal y prometedor sobre los pardos
surcos. Después de dos excelentes años de cosechas, podría darse el milagro de otra buena
campaña. Los políticos nos han dejado de la mano, pero Dios parece haberse apiadado.
Mientras la ciudad cruje bajo la ruina, los campos han preservado a sus hombres de análogo
decaimiento. Ojalá no se marchiten las ilusiones en los meses venideros.
Una cuestión angustiosa se le plantea al viajero durante el recorrido po¡ nuestra provincia; ¿Y
dónde va a parar el dinero de Cuenca? ¿Dónde acaban las rentas del trabajo y del sacrificio de
las gentes de Cuenca? El año pasado emigraron muchos millones de pesetas a Barcelona,
donde miles y miles de conquenses han contribuido con aragoneses, andaluces, castellanos y
extremeños, a construir un desarrollo económico, cuyos beneficiarios tratan ahora de
obligarles, dictatoria/mente, a expresarse en catalán. Por unos y otros caminos, por unos u
otros vericuetos, el dinero de Cuenca continúa yéndose fuera de Cuenca. Y no parece que a
Cuenca le llegue dinero estimable de otras procedencias.
En algún que otro pueblo terminaron, apresuradamente, las obras de alcantarillado o la traída
de aguas. Pero fuera de estoy de algunas edificaciones debidas a la iniciativa privada, en la
zona manchega, apenas si es perceptible el menor movimiento emprendedor. Cuenca parece
sufrir idéntica enfermedad que el resto de España: paralización de la iniciativa pública e
insuficiencia financiera de la iniciativa privada para suplir la inhibición institucional. Los baches
comienzan a reaparecer en las carreteras, y si se pregunta a los del lugar, la respuesta no
difiere de ésta: «Hace mucho tiempo que nadie parchea ni repara.»
Se me dirá que se publican noticias frecuentes de obras. Yes cierto. Pero si uno repasa esas
noticias comprueba que existe un habilidoso jalear de las múltiples peripecias administrativas
de una misma iniciativa. Con ello se da la sensación de una actividad muy superior a la
existente. Es un viejo truco burocrático. Hay mucho más sobre el papel que en la realidad. No
debe extrañar. Es una de las maneras características del comportamiento del Gobierno UCD.
Llevo recorrido en estos días más de 4.000 kilómetros por la provincia de Cuenca. Apenas si he
visto máquinas en acción y grúas en actividad. Un gran silencio se abate sobre las tierras de
Cuenca, apenas roto por el ensimismado quehacer de los hombres del campo. Muy poco ha
cambiado desde hace dos años, cuando por distintos motivos recorrí buena parte de la
provincia.
Se me acusará otra vez de no saber mirar. Pero los análisis económicos que hacen los
servicios de estudios de los grandes Bancos, coinciden en señalar para Cuenca un doble
fenómeno: estancamiento y regresión. Los indicadores económicos denuncian que vamos
hacia atrás. ¿También yerran?
Ismael MEDINA