Una política para vencer a la derecha
Jaime Pastor (*)
Para hacer un balance del último año y medio es preciso partir de lo que ha significado el Gobierno
Suárez. Este ha demostrado ampliamente que ni sirve para combatir los. intentos golpistas, ni,
lógicamente, para hacer frente a un crisis económica de la que es responsable el gran capital. Y, lo que es
más grave, la promulgación del decreto-ley de «seguridad ciudadana», bajo el pretexto de «lucha
antiterrorista», que le sirve para detener trabajadores en huelga, es un ejemplo claro de cómo este
Gobierno es capaz de saltarse se propia Constitución. Muchos nos tememos, a la vista de todo esto, que
en el futuro, si UCD siguiera en el Gobierno, tendríamos ejemplos diarios de esa particular concepción de
la «democracia».
Pero en este balance no podemos pasar por alto la gran parte de responsabilidad que recae- en las
direcciones del PSOE y del PCE. Desde la firma del pacto de la Moncloa, y, luego, con la búsqueda
sistemática del consenso con la UCD, han dejado en manos de Suárez una capacidad de iniciativa
creciente mientras se dividían entre ellos y provocaban el desánimo entre amplios sectores y de la
juventud. Sólo ahora ha podido observarse, frente al giro a la derecha de. UCD y a decretos como el de
topes salariales, un relativo endurecimiento de las direcciones sindicales, siempre limK tado por el
fantasma de la «desestabilización».
Pero esto no quiere decir que hayan cambiado de actitud. Ante la actual campaña electoral, vemos que
tanto el PSOE como el PCE defienden unos programas moderados que tienen como único objetivo el de
responder á la necesidad de una nueva mayoría parlamentaria, pero siempre con la disposición a gobernar
con UCD. Sólo un sector, minoritario pero creciente, de trabajadores afiliados a los sindicatos, de
mujeres, de jóvenes, de miembros del movimiento ciudadano y campesino, está sacando las elecciones
sobre la inutilidad de la política de consenso que, bajo una u otra forma, quieren proseguir PSOE y PCE
después de las elecciones. LCR ha estado presente en los sindicatos, en los distintos movimientos, bus-
cando aplicar una política alternativa, de izquierdas. Y esto lo hemos hecho intentando al mismo tiempo
llegar a acuerdos con miembros de otros partidos y trabajadores independientes. Los frutos de esta
actividad se pueden observar en las listas de nuestros candidatos al Congreso y al Senado, entre los que se
encuentran miembros de instancias dirigentes de distintas ramas, regiones e incluso a escala estatal, de
CC OO y UGT. Y esto también se puede observar en el movimiento de mujeres o en nuestro esfuerzo por
dirigirnos a la juventud. Ño es casualidad que seamos el único partido que ha impulsado la presentación
de candidaturas autónomas de una organización juvenil, las Juventudes Comunistas Revolucionarias, para
las elecciones al Senado.
La alternativa de la LCR no es, sin embargo, la de una simplista denuncia de lo que han hecho otros
partidos. Ofrecemos respuestas concretas a los problemas del paro, del terrorismo o de las nacionalidades,
y estamos convencidos de que es posible una vía distinta a la seguida hasta ahora: la de la unidad de los
partidos y sindicatos obreros,, la de su oposición activa frente a UCD y a la reacción; lo que sí ayudaría a
cambiar de una vez la relación de fuerzas, llevando así a los partidos mayoritarios de izquierda a
representar su candidatura a formar un Gobierno sin representantes de UCD o de la CEOE. Ese sí sería un
Gobierno «fuerte».
Votar a la LCR supondría un estímulo para cambiar de política, para que haya otra izquierda en el
Parlamento, dispuesta a se,r portavoz e impulsora de lo que se exige en la calle o en los centros de trabajo.
(*) Del comité ejecutivo de la Liga Comunista Revolucionaria y candidato al Congreso en Madrid.