Sectarismos en la campaña electoral
Espectáculos como los registrados el pasado fin de semana en Badajoz y Atarfe son sencillamente
bochornosos en la democracia. Es grave que el líder dé un partido sean zarandeado y abucheado
amenazadoramente por adversarios políticos. Pero lo deplorable es que a Adolfo Suárez, que también es
un ciudadano, se le negara el derecho de andar por las calles. Una cosa es manifestar la discrepancia y
otra muy distinta el avasallamiento, el insulto y casi la agresión física.
Si estos hábitos se imponen ante la tolerancia o la inhibición de los responsables de los partidos, a este
país volverá el enfrentamiento violento entre los que tienen distinta manera de pensar. Hay que cortar
estos brotes radicalmente. Si durante años los demócratas han luchado contra un sistema que reprimía al
discrepante, es inconcebible que ahora se quiera silenciar por las bravas a quien piénsale distinta manera.
Esta vez Suárez fue la víctima de la intransigencia y el sectarismo de grupos identificados con signos
fascistas, socialistas y comunistas. Pero el mismo riesgo corren los dirigentes de esas tendencias políticas,
si todos no hacen un llamamiento a la moderación y el comportamiento democrático. En este país
tenemos que convivir todos, aunque algunos se empeñen en lo contrario.