20-febrero-79/DiarÍo16
Fiel reflejo del proceso vertebrador del actual partido del Gobierno, a partir de la coalición electora! que
se alzó con el triunfo en las elecciones de junio de 1977, las disidencias en e! seno de UCD alcanzaron su
máximo desarrollo hasta que la designación, de Rafael Arias-Salgado para el cargo de secretario general
sancionó la inclinación de la dirección presidencialista por el ala socialdemócrata, como paso previo a la
celebración del primer congreso. No obstante, las sucesivas declaraciones políticas del Partido han
evitado cualquier definición que conllevara la exclusión de las otras tendencias, liberales o
democristianas, que integraban la coalición primitiva.
Convivencia de liberales socialdemócratas y cristianos
A" diferencia del PCE, e incluso del PSOE, aunque en menor medida, !as disensiones dentro de UCD no
se han substanciado en debates sobre cuestiones programáticas o de definición ideológica. Luchas
intestinas por el control de los puestos de responsabilidad, problemas organizativos o de política concreta
han servido de cauce de expresión a conflictos entre tendencias que han llegado incluso a paralizar la vida
de un partido legalizado, como tai, en agosto de 1977.
La intervención directa de Adolfo Suárez, su inclinación por una u otra tendenciaha sido, en definitiva, el
hecho decisivo para la superación de estos momentos de «impasse». La supremacía de la Moncloa sería
recogida más tarde por el congreso, bajo la forma estatutaria de una «dirección presidencialista».
Concluido el paréntesis veraniego, los pactos de la Moncloa sirvieron de ocasión para que saltara la
primera señal de alarma. Era un 24 de octubre de S977, cuándo se celebraron en Madrid dos cenas
simultáneas, que,, pese a su carácter aparentemente privado, no escaparon a ía atención de los
observadores. Cenaron los «laicos» por un lado. Fernández Ordóñez, Garrigues, liberales y
socialdemócratas. Por otro, los democristianos, con Álvarez de Miranda a la cabeza, secundado por los
antiguos «tácitos», Alfonso Osorio y José Luis Álvarez.
Las jornadas precedentes habían quedado marcadas por un fuerte movimiento critico, desde los sectores
más conservadores de Ja democracia cristiana, a la gestión de Fernández Ordóñez, que ya anunciaba !a
reforma fiscal, a Abril Martorell, y sus preferencias por un ^sindicalismo pluralista, y a Jiménez de Parga
qué, desde el Ministerio de Trabajo, hablaba de «cogestión», y cantaba las excelencias de Comisiones
Obreras.
Suárez desde su atalaya, intentaba conjugar las tareas del Gobierno con la vigilancia de estos
movimientos, del acercamiento de Alvarez de Miranda a la internacional democristiana, y de las primeras
ofertas socialistas de un Gobierno de coalición, formuladas bajo manga a algunos de sus ministros.
El 2 dé diciembre reúne el comité político, y, con el apoyo de los liberales, que dominaban la primera
ejecutiva, designada dos meses antes, decreta un ultimátum de ocho días para que los doce partidos
integrantes de la coalición se disuelvan e incorporen definitivamente a la Unión.
Todas las formaciones se avinieron finalmente a los dictados de la dirección, con la excepción de la
Federación Socialdemócrata de Lasuén quien, sin embargo, no .abandonó el partido del Gobierno, y del
PDP de Ignacio Camuñas, que se negó «provisionalmente» a disolverse, aunque lo hizo días más tarde.
Mientras que los conflictos periféricos relacionados con el tema de las autonomías habían comenzado ya
de forma notoria en Valencia, y en Madrid se llegaba a una fórmula de compromiso por la que se
otorgaba la presidencia del comité regional al democristiano José Luis Álvarez, en tanto que el
socialdemócrata Armando Benito ocupaba la secretaría, Alfonso Osorio, ex asesor de la presidencia,
abandona el partido. UCD informó en su momento de que Osorio no había aceptado la disolución del
PDC, ni se había integrado en el nuevo partido.
Pero es precisamente la remodelación- ministerial del 2 de marzo, la que abre la crisis más grave que ha
conocido hasta ahora el partido del Gobierno, al dejar abierta la sucesión del secretario de organización,
Sánchez Terán, que pasó a ocupar la cartera de Transportes. Arturo Moya, por los socialdemócratas, y
Herrero del Miñón o Javier Tuse!!, por los democristianos se perfilaron como primeros candidatos. Dos
días antes, José Luis Álvarez había sido nombrado alcalde de Madrid, y Herrero del Miñón le sustituyó
como presidente en funciones de la ejecutiva-centro.
La crisis, que habría de durar dos meses, conoce otros incidentes como la salida del socialdemócrata
Gonzalo Casado, miembro del comité ejecutivo, y presunto, candidato a la cartera de Justicia, cuando se
pensó que Landelino Lavilla podría pasar a ocuparse de la secretaría del partido.
El paréntesis se cierra el 12 de mayo de 1978 con la designación de Arias-Salgado como nuevo
«coordinador general». Dos días más tarde, el liberal Luis Ortíz es nombrado presidente del comité de
Madrid. Los hechos anuncian la tendencia que habrá de imponerse en el primer congreso del partido,
que comienza a prepararse.
Conflictos autonómicos
Las asambleas provinciales registran enfrentamientos, sobre todo en Málaga y Asturias, que se saldan en
beneficio de! ala socialdemócrata. Otro es el caso de las provincias con reivindicaciones autonómicas
propias, en las que el apoyo de la dirección central a los elementos más conservadores ha creado graves
problemas, que aún hoy siguen sin resolverse. Las mismas protestas y dimisiones en cadena que
acompañaron en su día los nombramientos de presidentes a las juntas de Galicia, Valencia, y Canarias
han vuelto a reproducirse ahora con motivo de la confección de listas electorales en esas provincias.
Otras dimisiones y expulsiones de signo contrario, por cuanto que los afectados han sido elementos
conservadores, se han producido, también en relación con el tema de las autonomías en Navarra
(caso-Aizpun) y Santander (expedientes de expulsión a los senadores Piñal y José Mario González).