Elecciones 1979
TRIBUNA ELECTORAL
Giro a la derecha
MANUEL FRAGA IRIBARNE
Secretaría general de Alianza Popular
ingreso en Europa; y considera un grave error la política de reservas y de resistencia a la plena integra-
ción, que mantienen los laboristas.
A juicio de Beloff, los socialistas siguen obstinados en el aislamiento inglés, y cree incluso que, en caso
de triunfo de su ala izquierda, acabarían por retirarse, no sólo de Europa, sino de la Alianza Atlántica; lo
que sería un desastre para las islas y para toda Europa.
Lord Chalfont, uno de los mejores expertos europeos en cuestiones de defensa, procede de la carrera
militar y fue ministro en el primer Gobierno Wilson; también ha pasado al Partido Conservador. A su
juicio, los Gobiernos socialistas han dejado degradársela seguridad exterior de Gran Bretaña, en términos
alarmantes, dejando al país con muy escasas posibilidades de defensa. Negociador muchos meses con los
rusos, ha descrito su experiencia en un clásico chiste diplomático. Según él, es como jugar con una
máquina tragaperras: uno hace su apuesta y a veces obtiene lo que quiere; en caso contrario, se puede
sacudir la máquina, o incluso golpearla, pero es inútil hablar con ella.
La amenaza soviética es real, y sólo cabe organizar frente a ella la defensa colectiva. Pero en la medida en
que sectores crecientes del laborismo dejan la socialdemocracia para pasarse al marxismo, el enemigo
está dentro. El Partido Comunista inglés ha fracasado, pero su objetivo se está logrando por los
izquierdistas del laborismo.
Kingsley Amis es también universitario, y experto en educación. No ha sido muy activo en política, salvo
a través del periodismo. Participó en el ideal socialista de la igualdad a través de la escuela única. El
descenso de los niveles, en uno de los mejores sistemas educativos del mundo, le ha impresionado, y hoy
piensa que el sistema educativo está fundado en promover lo mejor de cada hombre, y no la igualdad por
la igualdad. Y estima que una de las cosas que primero fueron dejadas atrás en la Rusia soviética fue el
sistema escolar inicial, no selectivo; en este, como en otros puntos, renunciando por la eficacia a la utopía
socialista.
El profesor Amis recuerda que en su juventud todos los intelectuales eran de izquierdas; que la
situación empezó a cambiar después de los sucesos de Hungría, en 1956, y definitivamente tras los de
1968, en Checoslovaquia. Hoy, en Oxford, nadie toma a Marx más en serio que al racismo de Rosem-
berg. Porque todo el mundo ha comprendido que no basta con hablar en contra del estalinismo: «Un
partido político que diga que mantiene un elemento marxista en su pensamiento no es aceptable; si se
rechaza a Stalin, y con él a Trotski y a Mao, y, sobre todo, el socialismo, el socialismo real y pleno, el
manejo por el Estado de toda la vida le sofoca a uno, y el socialismo no es otra cosa que coacción.»
Edward Pearce, gran periodista, dejó también el laborismo; estima que no podía hacer otra cosa, porque el
partido ya no es el que era; que es cada vez menos humano y menos inglés. Los tiempos en que Hugh
Gaitskell decía: «Realmente, yo no sé odiar» quedan lejos. Se está infiltrando un concepto de lucha de
clases que rompe la comunidad británica. Se está perdiendo el respeto a la ley y a las instituciones. La
moderación está siendo reemplazada por el extremismo y la pasión.
Paul Johnson es un importante escritor, y colabora en todos los medios de comunicación social. Estima
que el socialismo británico, al aceptar, contra su mejor tradición, métodos ilegales o incluso violentos,
está planteando una crisis nacional. Aneurin Bevan entendía que la esencia de la civilización era una
«tolerancia imaginativa», y respetaba el personalismo humanista. En cambio, ahora los sindicatos y el
partido siguen la tesis de Hugh Scanlon: «La libertad consiste en conformarse con la opinión de la
mayoría.» El Parlamento se está reduciendo a una Cámara de registro de las decisiones tomadas por el
Gobierno y los sindicatos; y éstos utilizan la fuerza si no se les escucha. La ética de los fundadores cede
ante el oportunismo.
Cierra el libro un trabajo de Hugh Thomas, el más conocido en España de estos autores, por sus libros
clásicos sobre nuestra guerra y sobre Cuba, y sus frecuentes apariciones en la prensa española. Destacado
escritor y universitario, ha dejado también a los socialistas para hacerse conservador. Su ex-
celente capítulo se llama Carta a un socialdemócrata.
En ella explica brillantemente su evolución. Un partido, empieza por aclarar, no es como la familia, o la
patria; es una máquina política, que si deja de servir a sus ideales se puede cambiar. El laborismo
británico se ha ido a la izquierda ideológica, al crecimiento excesivo del Estado y la burocracia, se ha
desentendido del ideal europeo. Peor que todo, abusa de la palabra «irreversible», ignorando que en la
vida social todo progreso es un experimento. Y ninguna generación tiene derecho a imponer formas
«irreversibles» a la siguiente, en el caso de que las cosas resulten mal.
El socialismo ha roto, además, el principio mismo del Estado de derecho (Aule of law), permitiendo que
los sindicatos puedan vivir fuera de la ley, lo que no se consiente en ningún otro sector de la sociedad
británica. Sin darse cuenta, los ingleses se encuentran cada vez más dentro de un inesperado Estado
corporativo de hecho, y no en un régimen parlamentario. El sector público está destruyendo lo poco que
queda del sector privado, y de una economía mixta se va pasando, cada vez más rápidamente, a una del
estilo de la Europa oriental.
Y, lo peor de todo, se transige con todos los abusos de los Estados totalitarios del Este, mientras se
denuncian cualesquiera excesos de los países no comunistas. En resumen, Hugh Thomas se va a un par-
tido de principios, de sentimientos nacionales, y de seriedad.
Es muy difícil resumir un libro como este, típicamente inglés, nacido en el Reform Club. He conocido a
casi todos sus autores, y muy de cerca a Chalfont y a Thomas. Son todos gente seria, importante,
creadora, patriótica, idealista. El conjunto es impresionante.
Porque una derecha moderna sólo podrá hacerse desde el reconocimiento de las razones de la izquierda,
pero sin concesiones a sus errores y abusos. Es, precisamente, lo que no han entendido ciertos
politiquillos oportunistas, que han hecho exactamente lo contrario: ceder en lo que la izquierda nunca
tuvo razón, despreocupándose de la verdadera justicia social.
Pero volvamos al fondo del libro. El socialismo nació, en su parte más válida, de un deseo de llevar el
liberalismo y la democracia a sus últimas consecuencias. Así fue el socialismo británico hasta hace poco
tiempo; y así lo es una gran parte de la socialdemocracia europea. El marxismo es otra cosa: Marx
rechazó la herencia liberal y el humanismo cristiano; de él vienen los planteamientos nacionalizadores, el
capitalismo del Estado, la burocratización de la sociedad y, en último término, los campos de
concentración.
El «giro a la derecha» de los intelectuales británicos no es igual al de los «nuevos filósofos» franceses, ni
al de los modernos conservadores norteamericanos, pero todos tienen una raíz común: la vuelta a la
persona, el deseo de limitar la burocratización, la profunda adscripción a una patria, un sentido de
hermandad superior al enfrenta-miento, una ética que trasciende a todo materialismo.
Una vez más renacen cosas que algunos creyeron muertas. Santiago Carrillo dijo en el debate
constitucional que la religión era una cosa rancia que ya no interesaba a los jóvenes. Lo que huele hoy a
rancio, e incluso a descompuesto, es el marxismo.