26 DE NOVIEMBRE DE 1977. PAG. 29
LA ALCALDÍA DE MADRID
Por segunda vez, despues de celebradas las elecciones del pasado 15 de junio, el alcalde de Madrid se ha
visto en la necesidad de poner las cosas en su sitio. O hay demasiados portavoces, o se producen
demasiados intereses en recocer la película repetida de los portavoces multiplicados. Un alcalde en
permanente rumor de «desconíiauza> encuentra mayores dificultades para el ejercicio de su cometido.
Contemplad» la situación, tan sólo desde este prisma, se está cometiendo una tremenda injusticia, con
Madrid. Es a la misma ciudad a, quien no se beneficia nada. De alguna manera, la respuesta contundente
de Juan de Arespacochaga -alcalde conforme a la legislación vigente- debiera haberse producido desdé
más alta esfera de la Adninistración Central. No se entiende el privilegio que la ley Especial de Madrid
concede a esa Administración, sin la debida defensa de sil ejercicio conforme a Derecho. Es decir: para
que el trabajo continué y el noble ejercicio de la autoridad que corresponde no se deteriore, se hace
necesaria una declaración del Ministerio del interior. Que proclame su voluntad de relevo en la Alcaldía
de Madrid —y si lo hace, que lo haga reglamentariamente—, o que procure no confundir con su silencio
una cuestión que ha trascendido a los periódicos y que, en definitiva, per judice gravemente a Madrid.
El juego de los partidos políticos parece lícito, salvo en el caso de que entorpezca la labor del Gobierno.
En cierto modo, se está tratando de poner en duda., si es que no se ha demostrado ya, la conexión del
gobierno de una ciudad —que, además, es la capital de España y la sede del Gobierno— con el engranaje
de la Administración Centra!. Si el Gobierno es de V. C. D., ¿cómo es posible que consienta los ataques
de sus portavoces a la decisión de mantener 1» legitima designación del alcalde de Madrid? En todo caso,
si el Gobierno no quiere identificarse con este coro de protesta y de desconocimiento de la legislación
vigente, sería oportuna la aclaración. Nombres y apellidos de los portavoces, de cualquier forma, no
estarían de más para.que ei país se aclare de una vez. Sea quien sea el alcalde de Madrid —y se celebren
cuando se celebren las elecciones municipales—, lo que se precisa en los momentos actuales es un clima
de serenidad para el trabajo. No se discute aquí el acierto o el desacierto político de un relevo en la Casa
de la Villa. Se discuten los modos y el griterío, como «i estuviéramos en la tesitura de tener que
improvisar la mecánica de tan tema tan serio como es la regiduría de la capital del Reino. En medio del
espectáculo, que lleva chico meses y tenía ya una respuesta contundente, Juan de Arespácochaga ha
vuelto a repetir su voluntad de servicio en una misión que no tiene más que cargas, puesto que al parecer
se han olvidado los reconocimientos y la objetividad en los juicios, un poco de orden, por favor. Las
actitudes gallardas y el limpio ejercicio de la autoridad —aunque no estén de moda— merece una.
atención. Si no como partido, sí como obligación de Gobierno —o, si se quiere, como las dos cosas—. los
madrileños tienen derecho a preguntar en la Moncloa: ¿cesa Arespácochaga o qué?... Hasta el momento,
el que lo ha tenido que decir, en defensa de Madrid, ha sido su propio alcalde.