Las municipales
MADRID AL DIA ENAJENACIÓN
EL recuerdo me devuelve a aquellas tardes de invierno, agrupados en el calor del brasero,
absorbidos por la atracción de un cartón cuadriculado, unas fichas, dos dados y un cubilete.
—Me compro la calle de Leganitos y la calle de Carretas. Voy a edificar...
El jovencito, como un precursor de ia especulación del suelo, miraba por encima del hombro a
los demás compañeros de «Palé» y tiraba de su «cuenta corriente a la vista». Para este juego,
el papel moneda de que se disponía era de curso legal a todos los efectos. A partir de la
edificación de casas y hoteles en un conjunto de calles del mismo color, la servidumbre de
paso obligaba a unos equilibrios económicos bien difíciles. No estaba inventado en este juego
ni la letra de cambio, ni el cheque al portador, pero ya era bastante la imaginación financiera a
que se sometía a estos equipos infantiles partidarios de los juegos recreativos «con mensaje».
Solía ganar siempre aquel muchacho cuyas condiciones o aptitudes para engaritar a los demás
estaban mejor dispuestas.
—Me compro la calle de Atocha.
Se hacia un silencio y, en todo caso, el más angustiado por los recursos económicos —
sumados ios valores, el dinero efectivo y las dos mil pesetas de la salida— se atrevía a
preguntar.
—¿Vas a edificar?...
De vez en cuando, las tarjetas de «suerte» y «sorpresa» te invitaban a pasar por la cárcel o te
comunicaban el incendio que había destruido casas y hoteles. Pero casi siempre el dinero
producía más dinero y a los que tenían ocasión de ir comprando calles se les iba poniendo por
momentos más cara de «masa», en lugar de «guerreros mandingas» que eran los otros...
—Me compro la calle de Floridablanca.
—¿Vas a edificar?
—No, señor, ya hemos edificado. Aquí todo lo tenemos previsto.
El alcalde Luís María Huete lo advirtió sin rodeos:
—Yo no he sido. Yo sólo recojo los selenla y dos millones.
Primero fue la cesión y luego fue la enajenación. Para que nos entendamos, el Ayuntamiento
ha vendido una calle. Para que no haya confusiones, las obras de edificación en esa calle
comenzaron no ya sin tramitar cesión o compra alguna, sino sin interesarse siquiera, por parte
alguna, el correspondiente requisito conocido como «licencia de obras». La autoridad
municipal, como tantas veces, hizo el ridiculo. La ampliación del Palacio de las Cortes se inició
antes de moverse un solo papel. Que yo recuerde, en ninguna sesión plenarta de la Casa de la
Villa se ha contemplado este caso. Ahora, cuando se nos ´dice lo de «la enajenación de la calle
de Floridablanca», pienso yo que, efectivamente, algo de enajenación ha habido: debe tratarse
de la enajenación mental.—Luis PRADOS DE LA PLAZA.