El voto útil en Cataluña.
José Miguel de Azaola
Cuando se publiquen las presentes líneas se sabrá —si no con datos exactos y definitivos; sí, con cifras
provisionales bastante aproximadas— cuáles han sido los efectos de la espectacular campaña electoral
que el presidente Suárez ha realizado en Cataluña.
Tales efectos quizá puedan darnos una idea de los que, hace diez días, habría tenido una campaña análoga
en el País Vasco, si el jefe del Gobierno hubiese optado por hacerla en vez de reducir su presencia en
tierras vascongadas a una brevísima y casi confidencial excursión. Pero sería abusivo llevar muy lejos el
paralelo, ya que las circunstancias difieren bastante de un caso a otro.
Me fijaré en un solo punto que me parece decisivo.
Cada uno de los partidos o coaliciones que han concurrido a las elecciones catalanas ha propuesto, dése el
principio de la campaña, su respectivo candidato a la presidencia de la Genera-litatlcosa que no ha
ocurrido en el País Vasco, donde el único candidato con posibilidades era el presidente Garaicoechea),
por lo que sus rivales políticos no se tomaron la molestia de proponer otras.
Pues bien: tanto los resultados de las elecciones precedentes como los.de los sondeos efectuados para
averiguar las intenciones de voto en este día 20, han coincidido en atribuir a la izquierda catalana
muchísimas probabilidades de encumbrar al puesto de máxima responsabilidad en aquella comunidad
autónoma al socialista Revenios. Frente a él, el centro y la derecha tienen que escoger entre el catalanista
centrista Pujol y el centrista-catalanista Cañellas.
Votar a la contra
En Selección a Cortes de hace un año, las fuerzas que ahora apoyan a Cañellas consiguieron, en el
conjunto de Cataluña, 75.000 votos más que las que apoyan a Pujol. Estas últimas sólo por un pelo
aventajaron a las primeras en Gerona, quedando a su zaga en Barcelona y no obteniendo más que la mitad
de los votos logrados por ellas en Lérida y en Tarragona.
Si hubieran persistido aquellas circunstancias, para evitar la elección de un presidente socialista, los
electores del centro y de la derecha habrían tendido probablemente a agrupar sus sufragios, en nombre del
principio del «voto útil», en torno a la UCD y sus aliados; pues sabido es que en la España de nuestros
días se vota mucho a la contra (como en casi todas partes cuando los tiempos son de crisis y a numerosos
electores los mueve más el miedo que la ilusión) y de lo que principalmente se trata es de que pierda
Fulano, que es el -que a uno le disgusta, en vez de que gane Mengano, que es el que le gusta a uno.
Pero en el presente mes de marzo de 1980, cuando los sondeos preelectorales atribuyen a los catalanistas
centristas de Pujol más intenciones de voto que a los centristas-catalanistas de Cañellas, lo más verosímil
es que los electores deseoso^ de impedir la victoria de Reventós hayan tendido a agrupar sus sufragios en
apoyo del candidato de Covergencia i Unióu. Por eso creo que los resultados de la espectacular campaña
del presidente Suárez en Cataluña serán, en términos de votos, menos importantes que los que habría
teñido, si se hubiese producido, una campaña similar en el País Vasco, donde no era —ni es— el
socialismo democrático el que sembraba —y sigue sembrando— espanto entre los electores de la derecha
y del centro, amén de otros muchos.
UCD, víctima
Alguna vez tenía que tocarle a la UCD ser la víctima de ése «voto útil» tan ponderado y encarecido por
sus propagandistas, y en cuyo nombre y bajo cuyo signo ha cosechado tantos triunfos en pasadas
elecciones.
Si tales previsiones se cumplen, hasta es posible que piensen algunos que el propio presidente Suárez se
alegrará en su fuero interno de una emigración de los votos de la UCD que haya permitido el triunfo de
Pujol sobre Reventós. Ya que, en su calidad de jefe del Gobierno, tendrá que entenderse con el presidente
de la Generalidad, tendrá que negociar y llegar a compromisos con él; y lo conseguirá mejor si su
interlocutor es el primero, que sí lo es el segundo de ambos.
Entendimiento con Reventós
Pero creo que pensar así sería llevar las cosas demasiado lejos. Pues, por mucho que al presidente Suárez
le resulte más fácil entenderse qon el líder del catalanismo centrista que con el jefe del socialismo más o
menos catalanista, y por aborrecible que sea para él la idea de un Gobierno, catalán en manos de la
izquierda, no puede olvidar que tanto su persona, como su Gobierno, como el país cara al interior y cara
al exterior, necesitan que la´ fuerza política que constituye el apoyo esencial de la actuación del jefe del
ejecutivo sea una formación capaz de mantenerse a flote aunque haga agua por una. porción de sitios, en
lugar de ser un partido que se va a pique.