Manuel Martin Ferrand
DE ser auténtico, como parece, este proyecto de Ley de Administración Local cocido en los
hornos del Gobierno, estaríamos ante un nuevo caso de romanonismo político. Era Romanones
quien prefería redactar los reglamentos a las leyes. Hoy preferiría redactar las leyes a la
Constitución.
Una vez más es el espíritu lo que puede fallar en nuestra convivencia. De nada sirve una
Constitución, por buena que fuere, una legislación precisa y técnicamente perfecta, si todo ese
marco no esté rellenado por la voluntad y el hábito democráticos de los ciudadanos de un país.
La democracia es pacto y, sobre todo, cumplimiento de lo pactado. El ejército del listilto, propio
de muchos funcionarios del antiguo.régimen y de los penenes de la política partidista, coiTsiste
en decir a todo que sí, en busca del éxito fácil e instantáneo y hacer después lo que se les
viene en gana o lo que pueden. Así no hay democracia/convivencia que resista. O la convicción
es profunda, o se parte del reconocimiento de los espíritus y de la voluntad de acatarlos, o todo
es puro ejercicio teatral.
Como, además, el sistema parlamentario ha anulado el brillo con la responsabilidad de los
representantes populares a !a aprobación del Estatuto de Centros Escolares me remito que
pueden ser secuestrados impunemente por sus partidos de pertenencia, estamos ante una
aceleración, sin corrección posible, del escalofriante mal de escribir políticamente cuestiones
sin traslación a la vida cotidiana. De ahí buena parte del desencanto y de la desesperanza que
nos inunda.
Una tierra como Catalunya, por ejemplo, está «invadida por casi doscientos delegados del
Gobierno contra! a más de los correspondientes cuatro gober-riíidoros civiles Todos, claro, con
su equipo y corte cíe honor ¿A qué espíritu corresponde ese notable >)í";;iiH>í|o parn el paro"