ANTONIO GONZÁLEZ GARCÍA
Teniente de Ingenieros
«No, señor Solana»
El oficial firmante del artículo, perteneciente a la XXXV promoción de la Academia General Militar,
muestra su abierta disconformidad con un artículo publicado en estas páginas por el diputado socialista
Luis Solana. El teniente González García, que se declara amante de la legalidad y constitucionalista de
pro, es partidario de superar la «altura del listón» mediante el tamiz de los^estu-dios superiores para
escalar los puestos de mando en el Ejército. No, y rotundamente no. Desconozco la intención que puede
haberle llevado a escribir su artículo «Suboficiales y escala especial», pero, en cualquier caso, mucho me
temo que no haya convencido no ya a los que usted denomina «listillos», y entre los que le aseguro no
incluirme, sino tan siquiera a la mayor parte de los propios suboficiales y tenientes «especiales», e tenor
de lo que de mi partí´ cular «sondeo» entre algunos de ellos he podido deducir. Para empezar, haré una
exposición con la que creo estará de acuerdo. La consecución del empleo de teniente del Ejército para
quienes siguen la carrera militar supone el haber alcanzado un nivel adecuado de conocimientos, de la
misma forma que quien en la vida civil pretende ser arquitecto superior debe también alcanzar un nivel
preestablecido. Estos niveles, cada cual considerado en su entorno particular, suponen la «altura del
listón» —por emplear un símil deportivo—, que habrán de salvar cuantos, individuos deseen llegar a ser,
respectivamente, tenientes del Ejército y arquitectos superiores, no debiendo ocurrir que nadie que no
haya superado dicha altura alcance tales titulaciones.
Nivel exigido
A ningún arquitecto téni-co se le permite obtener el título de arquitecto superior si no alcanza ese nivel
exigido para ello, aun cuando sean muchos sus años de experiencia y cursillos de especializáción en el
área de la construcción. Y cierto es, igualmente, que quien consigue alcanzar el nivel en cuestión no es
considerado luego como arquitecto «especial», como usted muy bien señala, porque ha pasado a ser tan
arquitecto superior como el que más. Paradójicamente, en el Ejército se da el caso de que una prolongada
permanencia en el empleo de suboficial, junto con un pequeño periodo de adaptación —aunque este
pequeño periodo pueda llegar a ser, en algunos casos, de dos años—, en el que por descontado que no se
puede alcanzar el nivel de conocimientos aprendidos durante cinco años de carrera, es más que suficiente
para llegar al empleo de oficial, lo cual, metafóricamente hablando, equivale a pasar el listón por debajo.
Pregunto entonces, ¿no cree usted que, de alguna forma, la persona que en estas condiciones accede al
empleo dé oficial tiene algo de «especial» Claro está que lo tiene, aunque a la hora de mandar sus órdenes
tengan la misma consistencia que las de un oficial de carrera de igual graduación. Porque no ha de
confundirse la función de mando, que se verifica inexcusablemente según el grado, y no según los
orígenes de quien lo ostenta —y si usted conoce el caso de que un teniente de carrera mande sobre un
capitán que no pertenezca a su escala, me agradaría lo expusiera—, con aquellas otras funciones o
actividades que por requerir una serie de .conocimientos determinados les son encomendadas, de entre
varios oficiales de igual graduación, a aquellos que por haber «superado el listón» los poseen.
Por cierto, que escogiendo ejemplos, debo decirle que es un poco «listillo» —por emplear una expresión
de su léxico particular—, y me estoy refiriendo precisamente al anteriormente aludido del Ejército
francés. Porque, y sin que con ello me manifieste solidario con él, yo le invitaría a considerar el modelo
U.S.A., según el cual la relevancia de los oficiales salidos de la Academia de West-Point y "el carácter de
superioridad que ostentan respecto de sus compañeros de otras procedencias es incuestionable.
Respecto de su queja relativa a que los suboficiales estudiosos y sacrificados no puedan llegar un día a ser
generales del Ejército, creo que también anda un poco desorientado, puesto que cada año varios
suboficiales, en posesión del COU y. de la prueba de acceso a la Universidad, se esfuerzan, en la
Academia General Militar, por pasar el listón que les llevará al empleo de oficial, y cuando esto ocurra,
no serán, a diferencia de los «otros», considerados como oficiales «especiales» y podrán si la edad y otros
condicionantes se lo permiten, al igual que ocurre "con el resto de sus compañeros de promoción,
oriundos de la vida civil, alcanzar la graduación de general, lo que para usted parece constituir la meta de
todo militar, cosa en la que yo particularmente tampoco estoy del todo de acuerdo.
El tamiz
Estos suboficiales son, cuando menos, tan estudiosos como la media de la promoción de la que forman
parte, y mucho más sacrificados, pues en múltiples ocasiones se trata de personas casadas y con hijos, que
han de separarse durante cinco años —en el mejor dé los casos— de su familia para recluirse en un centro
de enseñanza, quedando sometidos a las severas imposiciones de la vida académica. Creo que se
cómprenme que para acceder a los altos escalones del escalafón haya de pasarse, como condición
primaria, por el tamiz de los estudios superiores, pues el prestigio de los propios escalones así lo exige,
independientemente de que ésta no sea condición necesaria y suficiente, sino sólo necesaria. No es lógico
que un suboficial que no pase por ese tamiz alcance el generalato, de la misma forma que resultaría
sorpréndente que un capataz «a secas», y entiéndaseme este «a secas» con la mejor de mis intenciones y
respeto para los capataces, llegase a erigirse en decano del Colegio de Arquitectos Superiores.
Apunte, por tanto, en su agenda de alternativas una más,´ suficientemente explicada a lo largo de este
comentario, con muchos años de rodaje y resultados positivos suficientemente demostrados, Se dará
cuenta de qué esta «nueva» alternativa no es sino la que usted designa como A y que parece ser la
propugnada por su grupo parlamentario. Me temo entonces que no estén descubriendo nada que no sea
del dominio público, o al menos que debiera serlo de aquellos que se consideran expertos en materias
militares.