DISTINCIÓN ENTRE 18 DE JULIO Y FRANQUISMO
ACASO sea la confúsion la nota más acusada de la política española en estos momentos. Esto es
consecuencia lógica de la falta de información o, lo que es peor, de la información deformada que tienen
los españoles de los aconteceres políticos en nuestra Patria durante casi cuarenta años. Es indispensable
borrar esa falsa imagen de un 18 de Julio que se produce, pura y exclusivamente, para restablecer el orden
externo mediante una dictadura militar.
Después de la reciente publicación del libro *Mola, aquel hombre», de su intimo colaborador Félix Maíz,
conocemos dia a día la inteligente, valerosa y perseverante preparación del Alzamiento Nacional. Su jefe
de hecho, aunque reservase el mando supremo, después del Alzamiento, al general Sanjurjo, fue •el
director", o sea. el general Mola.
Allí quedan reseñados contactos con los hombres políticos, falangistas, monárquicos, carlistas, y también
hay constancia de la ofrecida colaboración de José María Gil Robles,
Es cierto que Mola cuidó mucho que en los primeros momentos la significación de! Alzamiento que
promovió fuese exclusivamente de afirmación nacional frente a los separatismos, de restablecimiento del
orden social subvertido por la anarquía republicana y, por último, de recuperación del sentido católico,
pisoteado y ultrajado. Sobre todo en el frente del Norte el carácter de los combatientes se manifestaba con
signos externos ostensibles.
Pero Importa mucho recordar que detrás del Alzamiento del 18 de Julio había un Impulso político con un
común denominador: establecer un Estado nuevo; distinto, por supuesto, del Régimen republicano, pero
diferente también de la Monarquía parlamentaria que cayó el 14 de abril. La identidad de pensamiento
entre los monárquicos de ambas ramas era absoluta. Por eso el manifiesto del Bloque Nacional lo
firmamos los diputados a Cortes de las dos minorías monárquicas.
En el mitin de Ciudad Real, Calvo Sotelo desarrolló ampliamente las razones monárquicas y trazó los
perfiles del futuro Estado monárquico. Porque, para los monárquicos, la Institución no se limita a la
presencia del Rey en el Trono. Las instituciones políticas que conforman su entorno son las que con él
constituyen la Monarquía. ´Cristiana en la esencia y democrática en la forma", en palabras de Menéndez
Pelayo refiriéndose a la española.
En artículos de periódicos y revistas, y en mítines, explicamos los políticos monárquicos, hasta la
saciedad, que instauraríamos una Monarquía representativa, con un sentido social muy acusado. Use
Estado de derecho difería para los falangistas en cuanto a la presencia del Rey en la cúspide del Estado, y
sí bien es verdad que José Antonio pensaba que la Monarquía carecía del necesario atractivo para
arrastrar a las juventudes jamás se opuso a su instauración. La mejor prueba de este aserto es el
compromiso que contrajo con Goicoechea de no ofender los principios monárquicos ni estorbar la
actuación de sus políticos si la Monarquía restaurada tenía un contenido social muy marcado. Cuando
Calvo Sotelo. en pleno hemiciclo parlamentario, ante el reto amenazador de Casares Quiroga echa sobre
«sus anchas espaldas» la responsabilidad del posible Alzamiento militar asume de hecho su jefatura
política. Por eso pudo decir José María de Areilza el día del asesinato que había muerto Cánovas en
vísperas de Sagunto.
La muerte de Saniurjo, la de Mola y el fracaso de Goded y su subsiguiente fusilamiento deja por entero la
responsabilidad del futuro político de España en manos del General Franco, robustecido el prestigio
militar de su nombre con la victoria. Además, muertos José Calvo Sotelo, José Antonio Primo de Rivera y
Víctor Pradera no quedaban hombres político-civiles de indiscutible e indiscutido prestigio.
Las maniobras de algunos falangistas y neofalangistas en la retaguardia dieron pie al Generalísimo Franco
para decretar la Unificación. Sin duda las circunstancias le aconsejaron la adopción de los principios
fundamentales de la Falange. Dos factores contribuyeron a esta decisión: de una parte, el ambiente
político foráneo; de otra, la consideración de ser la Falange, entre las tres fuerzas integradoras del
Movimiento Nacional, la que no obligaba a adoptar una resolución .monárquica.
Aunque no estará de´ más recordar que en su primera intervención pública, recién liberado, Fernández
Cuesta proclama que no se opondría a una restauración monárquica. Era su voz, muerto José Antonio, la
más autorizada en la Falange, acompañada también por declaraciones explícitas y públicas de falangistas
importantes, como Eugenio Montes, Sánchez Mazas y Alfaro. Onésimo Redondo, muerto en los primeros
días de la guerra, se había declarado abiertamente monárquico. La mayor parte de los políticos
monárquicos colaboramos al principio en la vida política activa y figuramos en los primeros Consejos
Nacionales de F. E. T. y de las J. O. N. S.
Se intentó convencer al Generalísimo de ¡a conveniencia de la instauración monárquica. La abdicación de
Alfonso XIII, el documento de los procuradores en la primavera de 1943 y el de los ocho generales ese
verano, además de la carta del Conde de Barcelona en el mes de marzo, no lograron alterar la firme
voluntad de Franco. En otra ocasión relataré los intentos de algunos generales y / civiles para restaurar la
Monarquía. El Hbro de Salmador y el de La Cierva aluden a ellos con imprecisión.
Por los años 44 y 45 puede decirse que Franco decide crear el franquismo: sustituir la creación de un
nuevo Estado inspirado en los principios que alentaron el 18 de Julio, por un Régimen cimentado en
lealtades personales.
Preside la política una deliberada indecisión sobre la futura forma de gobierno, que se mantiene entre la
vaguedad de una Monarquía con imprecisión de titular y el Régimen presidencialista. Se desencadena una
campaña antimonárquica desde distintos órganos del Gobierno. Los políticos monárquicos o se apartan o
son marginados. Existen algunas solitarias excepciones. Continúan bastantes falangistas y neofalangistas
que ocupan muchos puestos de gobierno. También están presentes en el Gobierno carlistas antiguos y
otros de nuevo cuño. Importa destacar que, en esos años, hombres ajenos al Movimiento del 18 de Julio
se sitúan en posiciones claves en la dirección del Gobierno del país: republicanos notorios y hombres
enemigos del 18 de Julio por lo menos ´tres meses antes, por no decir´más, del Alzamiento Nacional.
Muchos años después llegan los tecnócratas. que en alguna medida despolitizan la política.
Se deduce de cuanto recuerdo que el pensamiento monárquico va borrándose y hasta parece que han
desaparecido los hombres que lo propugnaban. Pero esos hombres continuaron su vida política.
Clandestinamente una veces; más visibles otras.
Una representación calificada, dos por provincia, de esos hombres íntegros que permanecieron
discrepantes con la política oficial, muchas veces desenvolviéndose en situación difícil para dar
testimonio de su verdad, me acompañaron hace poco en una audiencia con el Rey. Abogados, ingenieros,
médicos, periodistas, representando a muchos que quedaron en casa.
Le dijimos al Rey que éramos monárquicos porque la ciencia política abunda en razones que demuestran
que es la forma de gobierno menos imperfecta y que principios filosóficos e históricos asi lo prueban.
Ahora, desde esta tribuna de ABC, siempre abierta y generosa, quiero arrimar que existe otra oposición al
franquismo, sin ruptura con el 18 de Julio, cuyos principios políticos no se han estrenado y, todo lo más,
se ensayaron muy parcialmente. En otro artículo explayaré mi tesis de que tiene una concordancia
suficiente con la reforma política proyectada, para la que el ruido. la confusión y la forma de
planteamiento deparan una imagen distinta de la real.
EL CONDE DE LOS ANDES