Singularidad de la vía española a la democracia
Dos años
Gabriel Tortellà Casares
En muchos y muy importantes as-pectos España parece haber hecho más camino en los dos últimos años
que en los cuatro decenios preceden-tes. A pesar de la grave situación de la economia, del terrorismo ce-
rril, de los complots de la derecha, de los muchos errores del Gobierno y de la oposición, pese a todo esto
la gran mayoría de los españoles, exceptuadas las franjas truculentas pero numéricamente insignificantes
de la ultraderecha y la ultraizquier-da> está de acuerdo en que el país ha dado pasos de gigante hacia la
democracia, hacía la convivencia basada en el respeto al adversario o, lo que es lo mismo, el respeto
propio. Ya no oímos la continua can-tilena emitida desde —y para justifi-cación de— el poder omnímodo
de que somos ingobernables, el macha-cón slogan turístíco-tiránico de que "España es diferente". Han
pasado dos años tan sólo y, como decía Ju-lián Marías recientemente en el "New York Times", los años
del franquismo parecen increíblemente distantes. Hay muchos motivos para autofelicitaraos; estamos
llevando a cabo algo que parecía imposible: la ¡ransición de la dictadura a la de-´ mocracia sin traumas
excesivos, sin violencia generalizada, y al mismo tiempo con relativa rapidez. La tran-sición no está ni
mucho menos con-cluida; vamos acercándonos a la es-tabilidad democrática gradualmente, pero
esencialmente se trata de un proceso de educación que no puede ultimarse por ley. Sin embargo, a pesar
de todo lo realmente positivo que vemos en derredor, yo creo que es aún un poco pronto para echar las
campanas al vuelo, aunque sea a beneficio dé los lectores del ´´New York Times".
¿Se repite la historia?
La experiencia que vivimos tiene rasgos únicos, pero también gran parecido con otros episodios de nues-
tra historia. La persistencia de los problemas políticos en la España contemporánea es notable. ¿Nos se-rá
aplicable la fase de Santayana de que los que ignoran la historia están condenados a repetirla? Se han co-
mentado ios paralelismos entre el periodo que siguió a la caída de Pri-mo de Rivera —ías "dictablandas"
de Berenguer y Aznar— y el poste-rior a la muerte de Franco. Pero a mí me impresiona desde fcace tiem-
po el paralelo entre los años que vi-vimos ílas décadas de 1960 y 1970) con la "ominosa década" y la gue-
rra carlista (de 1823 a 1839). ¿Qué coincidencias tan asombrosas! ¿Es posible que hayamos cambiado tan
poco?
Los últimos años de Franco, como los de Fernando VII, se caracteri-zan por una pérdida lenta pero con-
tinua del control político, por una división creciente de sus partidarios entre los liberalizantes y el bunker,
alentado éste por la camarilla pala-ciega, y llegando a constituir una especie de oposición por la derecha.
Los problemas sucesorios y regio-nales son también decisivos en am-bos casos. Los tecnócratas desem-
peñan en ambos reinados papeles muy parecidos: llegan al poder por-que la política de reaccionarismo
intransigente de ´"falangistas" y "realistas" ha llevado al país al co-lapso económico: López Rodó ayer,
López Ballesteros entonces (hasta ios apellidos coinciden) introducen reformas técnicas que racionalizan
algo la economía, permiten al régi-men salir del paso, e indignan a los "incondicionales", porque
propician una cierta sí bien tenue suavización política. En ambos casos, porque profundamente
impopular, eí tirano, iras una larga enfermedad (y algún "susto"), entre intrigas y conspira-ciones
palaciegas, muere en la cama.
Los herederos
Y en ambos casos los herederos designados por el tirano presiden so-bre un proceso gradual pero irresis-
tible de democratización, ¡levados alternativamente por su deseo de legitimarse y consolidarse en el po-
der y por la presión constante de las masas. Barcelona es, entonces como ahora, la ciudad donde la pre-
sión popular es más intensa, masiva y persistente. Y entonces como aho-ra la situación en el País Vasco
amenazó la paz y la estabilidad del nuevo sistema democrático. Esta si-tuación fue entonces aprovechada
por la extrema derecha para poner en jaque al Gobierno de Madrid. Los paralelos podrían multiplicarse;
pe-ro basta con la muestra.
Los peligros del futuro
El régimen´ liberal-parlamentario que sucedió a la autocracia fernan-dína no fue un éxito, aunque vencie-
ra en la guerra carlista, llevara a cabo importantes reformas y resul-tara duradero dentro de su inesta-
bilidad inherente. He aquí el peligro que yo veo en la España de hoy. Se equivocan quienes profetizan un
gol-pe de Estado y una vuelta a la dic-tadura: el peligro no está ahí; los 1 errores del franquismo están de-
masiado frescos en la memoria ce-lectiva. El peligro está en una de-mocracia a medias, en un progra-ma
de "ir tirando", en la persisten-cia de hecho de las lacras sociales de la dictadura: una injusta distri-bución
de la riqueza y de la renta, el mantenimiento de los resortes del poder en unas pocas manos y por largo
tiempo, la estulüficación ciudadana por un sistema educativo absurdo y unos medios de informa-ción
adocenados, el estancamiento económico por la supervivencia de un aparato ortopédico burocrático y de
circuitos privilegiados, la falta de imaginación para resolver los problemas que plantea la diversidad de
nuestras regiones y países... Lo que uno teme es que la incapacidad de nuestros políticos para responder a
estos retos nos lleve, como nos ha llevado en otras ocasiones, a una democracia, lo repito, a medias, re-
signada y desengañada, a un "me-diana pesar" colectivo, a una nueva versión del ;>será español aquel que
no pueda ser otra cosa" de Cánovas.
A uno no le gusta el papel de Ca-sandra. Esperemos que la demo-cracia española, por medio de re-formas
profundas y radicales, no se limite simplemente a ir a remolque de Europa, sino que, al contrarío, ofrezca
a Europa y al mundo un ejemplo de innovación y creativi-dad, el verdadero milagro revolu-cionario
español. Entre tanto, las fe-licitaciones han de ser muy provi-sionales en el segundo aniversario del
comienzo de nuestra libertad.