ABC. JUEVES 23 DE SEPTIEMBRE DE 1976. PAG. 27.
EUROPA
EL LÍDER DE LA C.D.U., A NUESTRO CORRESPONSAL HELMUT KOHL:
"TRABAJAMOS POR QUE SE UNAN TODOS LOS PARTIDOS
DEMOCRISTIANOS ESPAÑOLES"
"No apoyamos con precipitación a ninguno de los actuales dirigentes porque esto podría dividirlos"
“Fortaleceremos nuestra economía para ofrecer a la mano de obra extranjera nuevas oportunidades"
BONN, 22. (Crónica de nuestro corresponsal.) Cuando a finales de agosto acompañé a Helmut
Schmidt durante una gira electoral por la República, volví a mi base de Bonn con la intuición do que el
canciller ganaría las elecciones. Hoy, recién apeado del tren especial que nos ha llevado por cinco
"laender" y siete ciudades alemanas a Helmut Kohl, 38 periodistas y un séquito de consejeros políticos,
servidores y maquinistas, regreso con la sospecha de que triunfarán los democratacristianos.
¿Es que soy demasiado Impresionable? No exactamente. Es que Alemania está dividida en dos mitades
políticas peligrosamente iguales. Si Schmidt fuera demó-cratacristiano, el cambio de Gobierno en la
República Federal estaría garantizado. Pero no es así y todo está, como antes, en el aire.
Ayer, a las siete y media de la mañana, los mencionados emprendimos un viaje triturador en cuatro
vagones rojos, tirados por una locomotora roja: coche-salón para el candidato y su esposa; vagón restau-
rante; coche de pasajeros periodistas, y furgón de cola para guardaespaldas y camareros.
El tren arranca puntual como un buen reloj. Dentro de una maleta de plástico, también roja, encontrada en
mi asiento, están los datos del viaje, una colección de recortes de Prensa sobre las últimas actividades del
candidato y una biografía de Kohl. Por mi altavoz se nos instruye con acento militar: al llegar a una
ciudad se observará el horario del programa estrictamente; los rezagados se quedarán en tierra. Todo está
ordenado con disciplina, eficacia y cortesía.
Estamos desayunando en el coche restaurante —rosas frescas "en cada mesa— cuando aparece Kohl,
enorme como un oso, dentro de un traje gris claro, muy sonriente y despejado, con sus cabellos negros
cuidadosamente cruzados sobre una coronilla visible, y su mujer —botas de cuero y chaqueta de ante
marrones, falda gris a cuadros blancos, pelo partido en dos grandes ondas rubias sobre un rostro son-
rosado, vivo y gordito, de campesina refinada.
Entre los hombres del corro y el político, por encima del traqueteo mullido del vagón, se inicia un diálogo
de preguntas y respuestas informales sin gran originalidad. Resulta imposible encontrar un tema que no
esté ya destripado en los papeles de la maleta roja. Voy aproximándome a la primera fila. Aprovecho la
maniobra de retroceso de un cámara —quizá el de Pie-drahíta, que lucha en la otra orilla del círculo—
para ponerme de rodillas sobre un asiento y encararme con Kohl.
Pero es muy difícil Introducir una pregunta en el diálogo. Cuando el gigante coge un tema de su gusto —
casi siempre de política interior—. se recrea en comentarlo, se va por las ramas, hace reflexiones
extensas, paréntesis secundarios, y habla y habla sin un punto y aparte.
ESPAÑA,—Una de las veces que se detiene para respirar atraigo sus ojos castaños y racionales, inquietos
tras dos vitrinas da acero inoxidable, y pregunto:
—¿A qué político español crlstianodemo-crata apoya hoy la C. D. U.?
Es un tema imprevisto porque no está en relación directa con ei duelo electoral. Kohl vacila, contra su
costumbre, unos instantes, mientras su rostro se hace más frío.
—No puedo precisarlo todavía —responde—. Nuestro deseo es que se unan todos los partidos
democratacristianos españoles. Trabajamos en ese sentido. Yo mismo, personalmente, he trabajado en
este problema y seguiré haciendo todo lo que pueda para resolverlo. No apoyaremos con precipitación a
ninguno de los actuales dirigentes. Ello podría contribuir a dividirlos.
Vaivén del vagón: vaivén del diálogo. Los minutos pasan con las ruedas por los rafles. Otra pausa, .otra
pregunta:.
—Si llega usted a canciller, ; cambiará la política federal respecto a los trabajadores españoles?
—No inmediatamente. Ya he dicho mucho del asunto. El problema puede y debe mejorarse. Tendremos
que trabajar y fortalecer nuestra economía para ofrecer a la mano de obra extranjera nuevas
oportunidades. La necesitaremos. Concibo una línea de apertura política internacional para todos los
trabajadores europeos. Debemos impulsar la economía del Continente y ampliar la libertad de los
trabajadores europeos.
—¿Se modificará la política de Alemania respecto a España si triunfa la Democracia Cristiana el 3 de
octubre?
—España está incluida dentro de nuestra política europea. Queremos construir Europa en esta generación.
Este objetivo no puede cumplirse sin España. No se puede hacer Europa al margen de su historia.
Tendremos paciencia y comprensión. Los españoles necesitan de nuestra solidaridad. Hay que darles una
oportunidad. Yo creo que llegarán a la democracia.
Esta conversación, Interrumpida sin cesar por el traqueteo del tren y por las preguntas de mis treinta y
siete colegas, ocurría en la mañana de ayer, a unos kilómetros de Gerolstein, pueblecito ribereño del Kyll.
En una de sus praderas, a orillas del agua clara y ante unas tres mil personas enardecidas, haría Kohl
pocos minutos después su primera intervención política de la jornada. He de ordenar notas y reponer
fuerzas para contar los demás episodios y analizar el impacto político del viaje.—Pablo MAGAZ.