Con los resultados previstos, están condenados a entenderse
El PSOE trata de evitar un nuevo enfrentamiento con los empresarios
SEVILLA (Carlos Dávila, enviado especial). Como era de prever, los empresarios han vuelto a
la carga. Se han vuelto, en definitiva, a anunciar. La suspensión del acto administrativo
decretada por la Audiencia de Sevilla ha venido a dejar las cosas en su sitio: podrán seguir la
campaña. ¿De qué forma? Creo que moderadamente. El PSOE insiste en que la CEA (filial
medianamente autónoma de la CEOE) no puede seguir en la brecha e incluso se atreve a
asegurar que de hacerlo cometerá un grave delito electoral. Pero las cosas no pasarán a
mayores, porque los socialistas no quieren —éste es mi particular criterio— revolver más las
aguas y enfrentarse con los empresarios en vísperas de las elecciones y en vísperas también
de los resultados, de unos resultados que previsi-blemente serán tan elocuentes como para
que unos y otros estén condenados a entenderse. Esto es lo que dice en privado Rafael
Escuredo, pesaroso en algún momento de que las cosas hayan llegado a tal extremo de
agresividad. Los socialistas han tratado esta mañana de recuperar el terreno empresarial y han
insertado anuncios periodísticos dirigidos al pequeño y mediano propietario, a ese votante
potencial al que Alfonso Guerra supone, según la doctrina oficial de su partido, confrontado con
la cúpula de la Organización. Personalmente, me cuesta creerlo. La Directiva andaluza asegura
de todos modos, que en esta región la única patronal que negocia «el ciento por ciento de los
convenios somos nosotros» y que, en consecuencia, «somos los únicos representativos». Que
cada uno extraiga de estas frases las consecuencias. La enseñanza de todo este desagradable
incidente es que los empresarios no se van a resignar nunca más a ser fuerza pasiva en las
consultas electorales y que estas regionales cuya campaña termina son, simplemente, un
ensayo general con todo para las próximas generales. Tengo la noticia de que la CEA
(Confederación de Empresarios Andaluces) posee nuevos datos sobre el previsible resultado
de las elecciones del domingo cálido que se avecina. De hacer caso a éste sondeo, que a lo
mejor los empresarios depositan en un notario, tal y como hicieron días antes de las elecciones
gallegas, el PSOE no va a ganar con estrépito, UCD se mantendrá en un nivel mínimamente
aceptable y Alianza Popular subirá considerablemente. La incógnita vuelve a llamarse Partido
Socialista Andaluz. Estos son los datos, pero yo en esta consulta tan particular no avalo
absolutamente nada. Del PSA en estos momentos se sospecha absolutamente todo. Es tal la
ausencia de información que se posee sobre sus intenciones y sobre sus posibilidades del
domingo, que se han disparado las especulaciones. Rojas Marcos, el líder que tuvo que mante-
nerse en el número dos de las listas, ha vuelto a insistir y dijo que quedará en segundo lugar.
Pero eso es lo de menos; los demás es que el PSA parece un comodín para futuros pactos y
reo de todos los pretendidos acuerdos subterráneos que uno pueda imaginarse. Por ejemplo,
se ha dicho en fuentes socialistas que Rojas ya ha pactado con UCD y que el candidato
centrista no es Merino, sino Uruñuela. En el otro ámbito ideológico se contesta que el pacto es
precisamente el contrario y que el PSOE ya ha comenzado a entenderse con el PSA. Se insi-
núa incluso — lo mismo he oído en sectores empresariales concretos— que si Escuredo llega
de nuevo a la presidencia de la Junta, Uruñuela podría ser el candidato del consenso socialista
para la del Parlamento. Son para mí, sin embargo, meras especulaciones sin demasiada base,
que, no obstante, pueden concretarse después de las elecciones, porque una cosa hay que
aclarar: el día 24 los pactos que hoy se niegan pueden mañana hacerse realidad. Y además es
natural y nadie debe escandalizarse por ello. Ya lo dijo ayer en Sevilla el presidente del
Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo. Creo que es una opinión autorizada. Lo que es seguro es
que los empresarios no van a volver a publicar la manzana, y el gusano de la discordia,
manzana y gusano de los que no se arrepienten y que fueron objeto, al parecer, de profunda
meditación anterior. En mi opinión, los empresarios están sirviéndose con todo derecho de
estas elecciones para analizar cuál puede ser su comportamiento en las generales. Ya dije en
una ocasión, y me ratifico en ésta, que Andalucía es el laboratorio electoral de España, aunque
todos los partidos sin excepción, por diferentes razones, aseguran que los resultados del
domingo, sean cuales fueran, no deben extrapolarse al resto del país; lo mismo se decía en
octubre antes de la con-sulta gallega y ya recordamos lo que pasó. El prestigio de todos está
en juego: el del PSOE, porque se encuentra en situación de ganar las primeras elecciones
desde la instalación de la democracia; UCD, porque necesita un resultado digno para
mantenerse tal cual es; el PSA, porqué éstas son sus elecciones y la afirmación no precisa de
más comentario; AP, porque tiene que refrendar su indudable escalada nacional, y el PCA, por-
que, en fin, precisa convencer a los españoles de izquierdas de que su última crisis no ha
terminado definitivamente con sus posibilidades electorales. De modo y manera que el 23 no
es, ni mucho menos, un domingo intrascendente. Así lo han entendido, por lo demás, los
obispos, que han vuelto a recomendar la participación y han apostado, a mi juicio muy de-
finidamente, por opciones concretas. ¿Cómo, si no, pueden interpretarse sus recomendaciones
a los cristianos para que emitan un voto consecuente con su formación y que no sea
contradictorio con «nuestra idea del hombre y la sociedad»? Por sí no estuviera claro, las
palabras de Carrillo refiriéndose al suceso de las supuestas lágrimas de la Virgen gaditana ha
terminado de despejar las incógnitas. Ha dicho el secretario general del PCE: «Lo que sudan
son los cuartos en el bolsillo del señor cura.» El viejo anticlericalismo de izquierdas, otra vez al
ataque. Peor para Carrillo. En las últimas horas, el centro y la derecha van a tirarse a degüello.
Noticias tengo para emitirlo. Añoveros, el ministro de Hacienda, que forma con García Diez el
tándem de los socialdemócratas nada queridos por los empresarios, ha soltado una andanada
a Manuel Fraga que es de esperar encuentre contestación en breve plazo: «Fraga —ha
dicho— es el responsable del desmantelamiento de Andalucía en los sesenta.» A mi parecer, la
frase de Añoveros es especialmente inoportuna en un momento tan decisivo de la campaña, a
la hora de la recogida de votos. A UCD se la acusa en medios empresariales de defender
públicamente unas opciones económicas y plantear otras. Se dice, por ejemplo, que el
candidato centrista sevillano Muñiz es maestro en el arte de brindar a la empresa privada. Mi
observación particular es que las bases empresariales tienen mayor empeño que Alianza suba
que en evitar que UCD se desmorone, pero en los últimos momentos, y de acuerdo con
algunas recomendaciones, a medio camino entre la sutileza y la sugerencia descarada, pueden
cambiar las tornas. Por medio está el llamado útil, que los empresarios disfrazan como voto
reflexivo.
El decreto de 1977 difícilmente puede servir de guia en las próximas generales
La campaña de Andalucía está siendo, para mí, la consagración de la fuerza empresarial como
grupo de acción política. Sea cual sea el resultado final del contencioso planteado entre los
partidos de izquierda y la CEA, la polémica ha devuelto sobre el tapete de las discusiones una
cuestión para mí transcendental: la regulación de las presencias en una campaña electoral. El
decreto del 77, en el cual, entre otras antiguallas, se hablaba del papel de los jefes provinciales
del Movimiento, difícilmente podrá servir de guía para la próxima campaña ae las generales.