Cortes y política
En pijama
Enrique Múgica
Su casa lleva camino de convertirse en un museo: juguetes antiguos fiquritas de
porcelana, animales en
bronce nácares y todo lo que usted pida. «Cosas de mi mujer rima Enrique Múgica,
luchando contra las
posibles erres que es una apasionada por la colección de todos estos objetos.»
Pero lo cierto es que el
diputado del PSOE por Guipúzcoa se siente en medio de tanto cachivache como en
la gloria. Y no
digamos cuando tiene el tanque en sus manos. Entonces se te ilumina la sonrisa,
y te da vueltas, y lo mira
una y otra vez. Si, ese tanque «magavilloso». que le regalaron unos compañeros.
Sobre la biblioteca, repleta de libros «aunque la mayor parte sigue estando en
San Sebastián, donde tengo
mi casa», un álbum de cantos (gregorianos «también de mi mujer», un tarot (de la
mujer, claro) y un poco
más allá en el pasillo, frente al cuarto de baño donde Múgica procede á su
afeitado diario, una bicicleta de
ejercicio que mire usted por dónde es suya, pero que no la utiliza nadie. «No
suelo practicar ningún tipo
de ejercicio físico En realidad mi vida es bastante regular dentro de lo que
cabe: me levanto a las nueve,
desayuno en casa, voy al Congreso o a la ejecutiva del partido, y después de
comer, igual, Normalmente,
si no tengo ningún compromiso, me acuesto a tas doce.» El desayuno del diputado
es siempre el mismo:
tostadas con mantequilla y merme lada y café con leche. Al mediodía, si puede
comerá sus platos favoritos de primero, pastel caliente de setas pudding de
krabarroka y crepés de txangurro, de segundo mero al
horno, y de postre, sorbete de limón.
Tiene Enrique Múgica una memoria asombrosa. Recuerda por ejemplo con la mayor
exactitud, las
prendas que componen su guardarropía: cinco slips blancos, siete camisas y ocho
trajes, tres de ellos de
verano, lo cual, dicho así de corrido y sin pararse a pensarlo, encierra su
mérito. «Más trajes, por
supuesto, que cuando estuve en et penal de Burgos —dos años— con soto un traje
de verano y otro de
invierno facilitados por la Administración, Pero como yo entonces estaba muy
delgado y era muy guapo.
guapísimo, todo me sentaba maravillosamente bien.» En la zona nacional, donde
vive Enrique Mugíca,
las pintadas se multiplican, «En realidad, yo habito aquí, que no es lo mismo
que vivir. Mi mujer es la que
lo pasa bastante mal. Nuestra tienda ha sufrido dos atentados, el último de los
cuales ocasionó pérdidas
por un millón de pesetas.» Y pese a todo duerme bien, muy bien, este Enrique
Múgica. que sólo necesita
tomar comprimidos cuando se acuesta muy tarde. «De porros, ni hablar.»
JOSE CALABUIG