El suicidio socialista Informaciones. 17/03/1978. Párrafos 8. EL SUICIDIO SOCIALISTA Por Javier TUSELL Aveces las Fuerzas políticas de un país, en el preciso mejor momento para, con una buena táctica en la mente y claridad doctrinal en los principios, obtener sus -mejores triunfos, cometen errores garrafales que las acaban alejando de la posibilidad de gobernar. En mi opinión no es otra cosa lo que ha sucedido la semana pasada con la aparición del documento ideológico del Partido Socialista y su posterior retirada de la Comisión constitucional. Muchas cosas se han dicho acerca del proyecto de manifiesto P.S.P.-P.S.O.E. y parece indudable que todavía tienen cosas que decir muchos de los militantes de ambos partidos, y aún más, los que en su día los votaron. Ya es peregrino que a estas alturas un Partido Socialista de la Europa occidental se defina como dogmáticamente marxista, cuando más allá de los Pirineos ni siquiera Mitterrand dice serlo. Mostrar el deseo de inaugurar un socialismo "inédito", si no fuera un deseo de infantil originalidad, podría definirse como una apología de un aventurarismo inconcreto y utópico. Desmenuzar todos y cada uno de los párrafos de este ya famoso manifiesto nos llevaría, en fin, a conclusiones no demasiado diferentes de las que acabo de mencionar. Pero a mí lo que me resulta más sorprendente y, al mismo tiempo, menos aceptable del texto socialista es que sus redactores, atrapados en la trampa ideológica de ofrecer una serie de cosas que su propio electorado no les exige, no dan sólo la sensación de abominar de la socialdemocracia (eso ya viene de muy lejos), sino que tampoco parecen tener mucho interés en la democracia pura, y simple. Explicaré qué quiero decir en esta frase que puede ser mal interpretada. El P.S.O.E. es un partido que se rige internamente por procedimientos democráticos de una manera que resulta no sólo perfectamente respetable, sino por completo laudable, y en su documento afirma que así seguirá siendo. Yo creo que el P.S.O.E. está jugando un papel muy importante en la consolidación de la democracia en España y por ella ha luchado durante muchos años de clandestinidad; sin embargo, ahora los ideólogos socialistas no dedican ni una sola letra a la garantía de las libertades fundamentales del país en su documento, cuando es obvio que practicar la democracia interna no basta para garantizamos la libertad a los que no votaremos jamás socialista. Cuando, además, los socialistas dicen que en Europa occidental existe "una dictadura sin rostro, "no sólo están a años-luz de lo que dirían sus correligionarios europeos, sino que copian a Santiago Carrillo cuando, en "Eurocomunismo y Estado", afirma que los países occidentales últimamente "reducen", para acabar "destruyendo", la democracia. Lo que en el líder comunista es coherente, lo es mucho menos en los socialistas, sobre todo cuando éstos tampoco no condenan de ninguna manera a los regímenes de la Europa del Este. Y aún hay más: los socialistas españoles parecen carecer de la conciencia del "otro" político como alternativa. Se nos describe la forma de acceso al Poder y de advenimiento del socialismo, pero éste se concibe como irreversible, como si desde él no fuera posible volver a una situación pretérita o a otra diferente como consecuencia del resultado de unas elecciones. Toda profundización en la democracia se reduce a unas "movilizaciones populares" que se basan en considerar democrático tomar la parte por el todo, como si no fuera evidente que en dicho tipo de manifestaciones no actúa sino una proporción mínima de la poblacion?;. Todo esto podría ser tomado por un desliz si no fuera porque la actuación del P.S.O.E. demuestra que su clase política repite a la menor oportunidad declaraciones como las que anteceden. A la hora de actuar en el terreno concreto, además, los socialistas han reinventado un procedimiento típico del parlamentarismo del siglo XIX: el "retraimiento". Sucede, sin embargo, que en el siglo pasado c.tte no era sino un procedimiento para dedicarse a la conspiración, y como eso los socialistas no lo van a hacer, su actuación resulta, por lo menos, inútil y estéril. En este terreno han progresado poco: al principio conmovían el edificio del consenso nacional; ahora son objeto de ataques hasta por parte de los comunistas. Es tarea inútil tratar de convencerles de que ni el radicalismo ideológico ni la desmesura táctica son buenos para acceder al Poder: a quienes, interesados en la democracia ¡más que en una opción de partido, se lo advertirnos, nos responden con el solo epíteto de "señoritos fascistas". De poco sirve que hayamos estado codo a codo con ellos en la oposición al franquismo. Y sin embargo, es una vez más preciso repetir hasta la saciedad lo que es una evidencia para cualquier mediano observador político: en junio de 1977 los socialistas rebañaron a fondo las urnas y su problema en unas próximas elecciones consiste en que necesitan quitar parte de sus vetos al centro, cuando, con toda probabilidad, éste no les va a dar Jas facilidades de meses pasados en la campaña electoral. En 1969 el Partido Socialista alemán, después de un largo período de oposición, modificó su programa. Ya no decía ser marxista, ni revolucionario, ai de clase (tan sólo "del pueblo", en general). Un objetivo fundamental de su programa era la defensa de las libertades democráticas de todos los ciudadanos. Y su programa socioeconómico se basaba no en imposibles utopías, sino en la lucha contra los monopolios y una mejor distribución de la renta. Al poco tiempo obtenía la victoria en las urnas y accedía al Poder. El Partido Socialista Obrero Español ha hecho, veinte años después, todo lo contrario que su homólogo alemán. La Historia nos dirá, sin duda, dentro de algún tiempo, si ha errado. Hasta que llegue el momento de la demostración con cifras electorales palpables, permítaseme que recuerde una frase que Engels dedicó, en 1873, a los anarquistas españoles: "En una palabra, nos han dado un ejemplo insuperable de cómo no se hace una revolución." Ahora, un siglo después, los socialistas españoles parecen empeñados en demostrar cómo no se llega nunca al Poder.