Prestigio y desprestigio de las FAS Diario 16. 06/10/1982. Pág. 4. Párrafos 7. ANÁLISIS Prestigio y desprestigio de las FAS El estamento militar ha filtrado su disgusto por el tratamiento dado por ciertos medios de comunicación al descubrimiento de la nueva intentona golpista, reprobando explícitamente la generalización de este hecho aislado, como si cupiera imputar la tentativa involucionista a toda la milicia, o a una parte sustancial de ella. Ciertamente, no es de este modo: los golpistas deben ser una minoría exigua por la sencilla razón, que se me antoja obvia, de que si fueran mayoría ya habrían dado el golpe. Sin embargo, me resulta difícil de entender el malestar de los militares ante una reacción airada de la civilidad al advertir ésta que una vez más y van incontables veces hemos estado al borde deí abismo. De un abismo que ya amenaza con trascender del golpe incruento, manifiestamente ineficaz aquí, para pasar a convertirse en intento de un golpe cruento y dramático, el único que podría dar, si acaso, resultado. Mujeres Y es difícil entender ese descontento porque el militar no ha hecho posible por persuadir a la civilidad de que la gran mayoría de los funcionarios de uniforme es constitucionalismo. No es ningún secreto que la prensa de extrema derecha, manifiestamente proclive a la involución, encuentra en las salas de banderas buena acogida en general. No resulta concebible que ¡os hombres que insinúan o proponen en alta voz ante sus compañeros ía ruptura de !a legalidad querida y refrendada por los españoles sean siquiera tolera- dos socialmente en su ámbito de trabajo. No se entiende bien cómo la institución militar admite que haya asociaciones más o menos formales de mujeres de militares que se adhieren a los partidos y a los movimientos marcadamente antidemocráticos... En suma, si bien la gran mayoría de los militares son leales a la ley vigente y al Jefe del Estado, el Rey, sea cual sea su ideología personal, me parece claro que el estamento castrense no se ha acercado io bastante al cuerpo social, no ha marcado las suficientes distancias con los extremistas de la derecha, no ha marginado suficientemente a quienes hacen constantemente ostentación de su escasa simpatía nacía el régimen constitucional. Definitivamente, el ciudadano no percibe a través de su intuición un clima democrático en el seno de las Fuerzas Armadas, y sería una hipocresía escribir o declarar lo contrario. De ahí la desconfianza, de ahí los artículos hirientes que tienen, sin embargo, una justificación subjetiva. Urnas De otra parte, yo no sé si la milicia se ha percatado de la gravedad que tiene el hecho reiterado de que, por culpa de elementos pertenecientes a ella, nuestro régimen constitucional se vea zarandeado y en peligro. El defraudar la voluntad popular, tan explícitamente declarada on lar urnas, es un delito gravísimo, máxime cuando la misión de la milicia es preservar esa voluntad, y precisamente para este cometido la sociedad aporta recursos y dinero. Y cuando la democracia está tan sólidamente respaldada por la población como aquí, hablar de patriotismo relacionándolo con el golpismo es puro sarcasmo: quien cree tener la razón, opuesta a la de la gran mayoría de los españoles, es un presuntuoso, un fatuo y ser an- tisocial en cuanto está dispuesto a imponer su criterio por la fuerza. Barreras Es peligroso en extremo que se obstruyan los canales de comunicación entre e! pueblo y la milicia, pero e! primer obstáculo para remediar el mal sería el negar la evidencia. El Ejército español no está hoy día psicológicamente cerca del país, se han abierto las barreras que deben derrumbarse cuanto antes, y no por la vía de la lenidad o la benevolencia, sino por la de la firmeza y el rigor es inadmisible que un fun- cionario de uniforme conspire para derrocar un Gobierno legítimo, por mucha historia que tengamos a nuestras espaldas. Y quienes no lo ven así no merecen la dignidad de vestir este uniforme. El país entero espera que esta vez se llegue al fondo de las implicacio -nes y de las tramas. Y lo espera no por ser de venganza, sino porque está persuadido de que la única manera de aproximar la milicia y civilidad es, precisamente, estirpando todo el cáncer golpista del seno de las Fuerzas Armadas. Antonio Papell