Liberalismo selectivo y divorcio ABC. 21/09/1979. Párrafos 7. LIBERALISMO SELECTIVO Y DIVORCIO CON toda intención Hayek titula el último capitulo de su obra cumbre, «Los fundamentos de la libertad», can un rótulo tan sugerente como el de «Por qué no soy conservador». «Los con. servadores sólo se sienten tranquilos si piensan que hay una mente superior que todo lo vigila y supervisa», explica. «Ha de haber siempre alguna "autoridad" superior que vele por que los cambios y las mutaciones se lleven "ordenadamente" a efecto.» Su propia posición queda, en cambio, caracterizada por «ese espíritu tolerante típicamente liberal que permite a cada uno,buscar su propia felicidad por los cauces que estima más fecundos». La distinción resulta a primera vista obvia. ¿Por qué explicitarla, pues, de forma tan exhaustiva? La premisa de la que parte Hayek es perfectamente aplicable a nuestra realidad política: «Hoy por hoy, los defensores de la libertad prácticamente no tienen más alternativa en el terreno político que apoyar a los llamados partidos conservadores.» En realidad, en la España de la transición seria preciso volver la oración por pasiva —muchos lobos «conservaduros» aparecen en la escena política camuflados en la piel de oveja del liberalismo—, pero el resultado es el mismo: dos especies políticas diferentes actúan de forma conjunta, unidas en su oposición al enemigo común, que es el socialismo. Liberales y conservadores coexisten en la UCD del señor Suárez: Conviven juntos y a veces parece que también revueltos. Existe, sin embargo, un «test» básico que permite saber siempre dónde está cada quien. Los conservadores-proclaman a tos cuatro vientos algunas libertades —la libertad de enseñanza, la libertad de empresa—, pero ser muestran luego contradictoriamente tibios a la hora de preservar la autonomía individual en otras parcelas. Los verdaderos liberales consideran la libertad como un bien indivisible y no aplican sino un mismo rasero y una sola medida, trátese de una u otra dimensión de la problemática humana. Durante las últimas semanas hemos asistido al incoherente espectáculo de cómo un partido que se autodenomina «de las libertades» se ha visto obligado a enfilar la senda de la regulación legal del divorcio como consecuencia de la presión parlamentaría dé la oposición socialista y de la presión ciudadana de amplísimos sectores de la sociedad. Son muchos los parlamentarios centristas que pública y privadamente manifiestan su desazón al tener que afrontar tan delicado tema: de su actitud archirrestrictiva se desprende que, más que sobre el divorcio, les gustaría legislar sobre su penalizaron. «Publius» rechaza «se liberalismo selectivo de los conservadores. Contemplar el vinculo matrimonial poco menos que como un candado de cierre irreversible, cuya llave se arroja al fondo del mar, no es compatible con los planteamientos laicos, permisivos y tolerantes que ´configuran el modelo liberal. De acuerdo con este principio, el único requisito esencial que en nuestra opinión debe tener la regulación legal del divorcio es, remedando la feliz expresión de un miembro del actual Gobierno de perfiles inequívocos, el de que «no lo haga obligatorio». Profundizando un poco más en el tema es preciso, sin embargo, reconocer que el divorcio puede tener efectos sociales que van más allá de la propia suerte de los cónyuges implicados. Corresponde al Estado, corresponde a los legisladores, evitar que el divorcio sea empleado como un subterfugio para eludir las responsabilidades contraídas a lo largo del matrimonio. Especial atención debe merecer la repercusión del divorcio en aquellos casos en los que existan hijos. Se trata de un factor decisivo que lógicamente deberá tenerse en cuenta a la hora de establecer diversos plazos de separación previa como antesata de la formalización del divorcio. No es, sin embargo, propósito de este artículo descender a detalles técnicos, sino dejar muy clara nuestra posición en el terreno de los principios. España es, prácticamente, el único país desarrollado del mundo, cuya legislación no concede al individuo la posibilidad de enmendar situaciones matrimoniales insostenibles por la vía liberadora del divorcio. Es fácil apreciar en.el presente debate público la participación intransigente de muchos de los grupos de presión que desempeñaron papeles dominantes durante el régimen anterior. En el fondo aspiran a lo mismo que entonces: a «salvamos» colectivamente a todos los españoles, imponiéndonos su propio modelo dé sociedad, su propio estilo de vida, rebasado incluso desde una óptica confesional por las actitudes de la Iglesia posconciliar. Lo más triste del caso es que ahora aparezcan camuflados de liberales. Conviene por eso tirar de la manta y descubrir la inconsecuencia de que quienes tanto se desgañitan reclamando el derecho de los padres a elegir el colegio de sus hijos, actúen luego de forma tan lenta y confusa, cuando de lo que se trata —entre otras cosas—es de reconocer el derecho de los padres a elegir las características del hogar en el que se han de criar sus hijos.—-PUBLIUS.