UNA DECISION DE SENTIDO COMUN
DESDE estas columnas hemos sostenido, sin eufemismos y por lo derecho, la necesidad de legalización
de todas las fuerzas políticas reales y operantes en la sociedad y, expresamente, de1 Partido Comunista de
España. La legalidad de éste, en efecto, es ya un hecho. Entendíamos desde el principio, y seguimos
entendiendo, que la democracia no era tal si se intentaba parcelarla a discreción o se introducían en su
seno factores ficticios que la desnaturalizaran. Se hubiera retornado a la gran fantasmagoría, al
nacimiento de un sistema herido de muerte desde la cuna. Las realidades sociales, como todas las
realidades, no se inventan ni son susceptibles de reducir a la nada por conveniencia o capricho, sino que
se canalizan y ahorman para que la vida en común no sea un caos.
* El crédito público del Ministerio Suárez se fundamenta precisamente en su sinceridad
democrática, en que sea el pueblo español quien decida libremente entre las plurales opciones legítimas
de la sociedad. Ese supuesto básico queda salvado. La ley de reforma, votada favorablemente por la
gran mayoría de la nación, cobra así su más cabal sentido. La cuestión esencial no consistía en un
mero cambio de las reglas del juego, sino en la creación de unas reglas que permitieran el juego a
todos los españoles. Ese es justamente el espíritu que anima a la Corona, que es un espíritu de
concordia y entendimiento, amparador de todos por igual, sin exclusivismos ni exclusiones, que
llevarían en sí mismo los gérmenes del malestar y la división. ¿Qué fe ni qué nada se iba a tener en
unas leyes que discriminaran a unos ciudadanos de otros, en razón de su ideología o de presunciones o
suposiciones?
* No hay, en la legalización del Partido Comunista, ninguna suerte de arbitrariedad. Viceversa: obedece
al más estricto y escrupuloso sentido de la legalidad. Formal y jurídicamente, en los estatutos presentados
por los comunistas no se aprecian indicios de ilicitud penal.
Meterse en el terreno de las suposiciones sería salirse de la ciencia del derecho y entrar, con los ojos de la
pasión, en el más puro de los subjetivismos, en la cábala y en la magia. Es decir, apartarse del rigor y la
seriedad. Se optó, como era de cajón, por la disciplina de los cauces legales, y a partir de ahí, se tomó la
decisión política.
* Decisión política, por lo demás, de puro sentido común. No reconocer legalmente al Partido
Comunista, ¿a qué conducía? Por lo pronto, a la ingenuidad de cerrar los ojos ante la evidencia de la
realidad. Luego, a complicar innecesariamente todo el proceso democrático en marcha, a mutilarlo
gravemente. En la hora de las superaciones no se iba a empezar por las discriminaciones, y encima sin el
más leve apoyo legal. La decisión gubernamental ha sido, pues, políticamente oportuna y jurídicamente
ceñida a derecho.
* En cuanto al Partido Comunista, nosotros no entramos en ningún juicio de valor. Lejos de nosotros las
famosas presunciones. Será un partido tan legal como el que más. Las descalificaciones de los partidos
vendrán dadas por las sentencias de los tribunales, a tenor de conducta y comportamientos. Y en cuanto al
peso específico de cada uno, que hablen las urnas.
* Es natural, por otra parte, que en el pluralismo democrático prevalezcan las críticas y los juicios
encontrados y hasta duramente enconados de los partidos entre sí. Pues claro está. Pero eso es una vez
establecida la legalidad para todos. La presión partidista está fuera de razón,
en cambio, cuando se ejercita sobre el Gobierno para que éste proceda, no con arreglo a equidad, sino a
conveniencia de quien presiona. Las pugnas políticas, al terreno electoral.
* Lo que sí es obligación de todos, conseguida la igualdad de oportunidades políticas e ideológicas, es el
respeto al sistema democrático y a la forma que lo ampara, la Monarquía; no enturbiar o extorsionar la
paz social, agravando una situación económica ya grave de suyo. Corresponde a los partidos po1íticos
proceder con responsabilidad. No chafar esta nueva oportunidad histórica. No ignora el Partido
Comunista que las mayores dosis de suspicacia, en este aspecto, se vencen por su lado. Tendrá que ser el
propio Partido Comunista el que desvanezca esta imagen.