Victoria del PNV y abstención
Las elecciones de ayer confirman al Partido Nacionalista Vasco (25 escaños) como primera fuerza
electoral de las tres provincias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, y la ausencia garantizada de Herri
Batasuna (11 escaños) le otorga mayoría absoluta en el Parlamento regional. Ese es el primer dato básico
a retener en una lectura madrugadora de los resultados. Pero el porcentaje de abstención registrado, que
alcanza el 45,37 por 100 lastra la jornada con un serio condicionante al que no pueden legítimamente
escapar ninguna de las fuerzas políticas que han presentado sus candidatos ante el electorado. Sólo desde
la ultraderecha se ha propiciado en esta ocasión el abstencionismo y está claro que ese sector no suele
apuntarse a su cuenta la abstención de ayer. Aquí se abre obligatoriamente también la necesidad de
cuestionar la validez de otros cálculos y atribuciones interesadas que sumaban la abstención como un
éxito debido a la consigna de HB o del PNV en otras convocatorias anteriores a las urnas. Dieciséis listas
de partidos y coaliciones no han tenido, ni siquiera, sumadas, capacidad de movilizar con sus ofertas
electorales distintas más allá del 54,63 por 100 del electorado. A partir de este hecho, arrogarse la
exclusiva representación del pueblo vasco les va a quedar muy difícil a quienes con estos resultados
deberían tomar conciencia de su verdadera dimensión a menos que prefieran al veredicto de las urnas, el
ruido de las metralletas.
Sobre el factor común del PNV las anteriores consultas electorales marcaron en las tres circunscripciones
que ayer trataron unas propensiones acordes con la diferente estructura demográfica y la diversa realidad
industrial de cada una de las tres provincias. Álava reflejaba una componente UCD; Guipúzcoa, una
componente abertzale, y Vizcaya, una componente socialista. Los resultados de ayer potencian, por el
contrario, como segunda fuerza a la coalición Herri Batasuna y desplaza al PSOE del predominio bilbaíno
que le otorgaba su implantación histórica en las márgenes de la ría del Nervión. El crecimiento de HB
contrasta con el relativo estancamiento de Euskadiko Ezkerra. Parece que, al final, los incondicionales de
ETA prefieren el café-café y rechazan los sucedáneos. Quienes renuncian a obtener la independencia de
Euskadi mediante la lucha armada acaban perdiendo fuerza en la cantera etarra. Aunque la evolución nos
parezca civilizada y meritoria los resultados no les acompañan tanto. En todo caso, la justeza de los
análisis de Euskadiko Ezkerra no admite discusión a la vista de los escrutinios electorales de ayer,
plantear la independencia del País Vasco significaría abrir la guerra civil entre los propios vascos. Su
realización en estos momentos no podría tener otro color que el del más puro fascismo violento y racista
bajo los emblemas, eso sí, de Herri Batasuna. Al PNV le corresponde ahora asumir responsabili dades
básicas del primer Gobierno regional vasco desde esa necesaria revisión de sus propias ambigüedades y
demagogias a que aludíamos en nuestro editorial del viernes día 7.